Este martes 12 de noviembre Pedro Sánchez iguala a su predecesor, Mariano Rajoy, en días de permanencia en el cargo.

Sánchez dejó ya atrás en 2020 la longevidad en el cargo de Calvo-Sotelo y en 2023 la de Suárez. En 2026 adelantaría tanto a Zapatero como a Aznar. Si aguanta hasta el 4 de noviembre de 2031, alcanzará a González, hito que requeriría apurar esta legislatura y (como el propio Sánchez se ha jactado ocurrirá) reeditar en 2027 una victoria "de las izquierdas" (que es como con cinismo llama a sus apoyos de investidura, Junts y PNV incluidos, cuyo aglutinante es precisamente el degradar entre todos algo tan nuclear para la izquierda como es la igualdad).

Quizá sorprenda esta efeméride, porque sin duda el abúlico mandato de Rajoy procrastinando por ver si los problemas se resolvían solos se hizo muy largo, probablemente hasta para muchos de los votantes del PP.

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, este lunes.

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, este lunes. Eduardo Parra Europa Press

En cambio, la política en los últimos seis años y medio ha sido objetivamente más trepidante, aunque no lo refleje el ñoño guion de Moncloa, cuatro estaciones, que ninguna plataforma de series quiso comprar.

Obviamente, ese ritmo vertiginoso no constituye por sí una virtud del gobernante. Si acaso lo contrario, porque refleja un empeño de poner el foco en el poder y desviarlo de los resultados de su gestión, de la que se han beneficiado los indultados e amnistiados así como las diversas tramas corruptas, mientras que para el grueso de la población aumentaba la desigualdad incluso en términos económicos.

"Jamás, ni siquiera cuando se presentaba como un político limpio y desapegado a la púrpura, dejó Sánchez en la hemeroteca una mención a gobernar sólo ocho o doce años"

La netflixización de la política desde que llegó Sánchez ha sido por tanto una estrategia central de su habilidad para conservar el poder, ayudado por los exabruptos de Vox y por los titubeos del PP, cuya máxima expresión hasta ahora fue cuando Casado facilitó una renovación del Tribunal Constitucional cuando era evidente que iba a suponer que el PSOE lo teledirigiera.

Veamos algunos rasgos de esta forma de "gobernar".

Entre las continuas mentiras de Sánchez, refutadas por sus palabras o actos a veces en cuestión de días, incluso en materias tan graves como los pactos de investidura o la lucha contra la corrupción, hay una afirmación lustrosa que muchas veces proclaman los políticos y que él sin embargo nunca ha pronunciado.

Me refiero a comprometerse en un número de mandatos. Jamás, ni siquiera cuando era aspirante a la presidencia y con gesto cándido se presentaba como un político limpio y desapegado a la púrpura, dejó en la hemeroteca una mención a gobernar por ejemplo ocho a doce años.

Otra evidencia es que pese a que el PSOE es cada vez más "su" partido, una plataforma con rasgos peronistas que ya ha superado hasta la vergüenza ajena de aclamar como un icono viviente a su mandatario e incluso a su esposa (que cada año encabezaba las pancartas del 8-M por delante de las vicepresidentas del gobierno), sin embargo son muy cautos en celebrar los aniversarios de cuánto llevan en el Ejecutivo, porque recordarlo contribuye a tomar constancia de que ya son tres legislaturas.

Lograron así hasta hace poco seguir tirando de crítica a la "herencia recibida" (a la que recurrieron todos los presidentes, pero que Sánchez ha estirado como nadie) y la "oposición a la oposición" seguirá siendo sin duda la principal línea con que el gobierno responda en las sesiones de control.

Fijándose en otras cuestiones partidistas, tampoco ha permitido Sánchez que se pueda identificar a ningún posible sucesor ni sucesora (su impostado feminismo llega a celebrarlo cuando sucede en otros países, o a hacerse una foto con sus cuatro vicepresidentas, pero no a dar visos de que pueda gobernar una mujer pronto en España).

Sánchez ha cambiado ya varias veces de círculo inmediato y la única persona a la que ha permitido acumular el puesto de número dos en el gobierno y en el partido, María Jesús Montero, lo aventaja en edad y nadie la considera como relevo. Ni siquiera ella misma, si nos fiamos al deslucido papel de plañidera que eligió para los cinco días en que el mandamás se recluyó para reflexionar.

Por cierto, ¿ese singular capítulo de la serie monclovita no desmontaría lo argumentado hasta ahora? ¿Ese Sánchez enamorado dudó y demostró que no le importa tanto el poder? Más bien lo contrario.

Con ese enfado simulado, Sánchez sólo consiguió tres cosas.

Poner las noticias sobre Begoña Gómez en la prensa de todo el mundo.

Ver si alguien en el PSOE se atrevía a mover ficha (comprobó que nadie).

Y demostrar definitivamente que estaba dispuesto a todo por seguir en el poder (porque es el único que puede contra la ultraderecha, nos diría él).

En suma, la manera de gobernar de Sánchez, más que antifranquista probablemente se recordará como alterfranquista: una variante contemporánea de autocracia con la que intentar gobernar indefinidamente.

¿Significa esto cuestionar la validez de nuestras elecciones?

En absoluto, los gobiernos en España siguen legitimándose en un proceso democrático, pero el Gobierno está incurriendo sin embargo en crecientes abusos de poder que desvirtúan los contrapesos institucionales (numerosos decretos leyes que no responden a extraordinarias ni urgentes necesidades, un Tribunal Constitucional y una Fiscalía General de parte, las puertas giratorios con el Banco Central y organismos reguladores, la impunidad a cambio de votos) e inclinan el tablero electoral (el control de los medios públicos y la amenaza a los privados, el despilfarro en publicidad institucional…).

"Legalmente, Sánchez podría ordenar sólo la disolución del Senado, posibilidad constitucional a la que aún nadie ha recurrido"

Sánchez va así "moviendo la portería" institucional y con la ayuda de Pumpido anestesiando (y pronto eutanasiando) el Estado de derecho. 

Pero además de la ventaja de cambiar las reglas del juego, también guarda otras bazas para recuperar sorpresivamente la iniciativa.

De manera telegráfica.

1. Recuperar restos de votos en provincias medianas y pequeñas admitiendo una decena de diputados de Sumar como "independientes" del PSOE (tras el errejonazo no estarán para pedir más), o si se ponen las encuestas muy feas, incluso con un "Frente popular" con Podemos.

Puede ensayarlo además con una disolución sólo del Senado, posibilidad constitucional a la que aún nadie ha recurrido. Un aliciente más.

2. Intervenir alguna comunidad autónoma "rebelde" declarando con cualquier excusa una emergencia nacional (la que rechaza aplicar en Valencia cuando habría sido la respuesta responsable para atender la catástrofe con la mayor eficacia y la más coherente ante la incompetencia que imputan a Mazón, cierta aunque dista de ser el único culpable).

3. Y, en última instancia, referendos consultivos sobre la monarquía o sobre la secesión de una parte del territorio. Que serían en fraude constitucional, porque esas materias requieren el trámite mucho más exigente de una reforma de la Carta Magna, pero una vez convocadas provocarían una inercia política imparable.

(I-D) La presidenta del PSOE, Cristina Narbona, el secretario general, Pedro Sánchez y la vicesecretaria general, María Jesús Montero, durante el último Comité Federal del PSOE, en septiembre.

(I-D) La presidenta del PSOE, Cristina Narbona, el secretario general, Pedro Sánchez y la vicesecretaria general, María Jesús Montero, durante el último Comité Federal del PSOE, en septiembre. Carlos Luján Europa Press

En conclusión, se equivocaban quienes subestimaban a Sánchez y lo siguen haciendo quienes creen que esta será su última legislatura a poco que el PP haya aprendido de sus torpezas anteriores, porque éste tiene aún importantes cartuchos que quemar.

Ya supera los 2.355 días de Rajoy gobernando y por lo que ya ha declarado le parecen alcanzables los 4.903 de González. Los 14.294 de Franco quedan más lejos, llegaría con ochenta y cinco años, pero igual cambiando oportunamente la jefatura del Gobierno por la del Estado…

Suena a broma escabrosa. Pero ¿es inimaginable? ¿Piensan que no podrá seguir de presidente tras los siguientes comicios? Y una vez estemos en la siguiente legislatura, ¿por qué habría de ser esa la última? Y así sucesivamente.

Españolas y españoles, miremos atrás y contemos cuántos peldaños ha bajado nuestra calidad democrática, nuestra cohesión social y, no lo olvidemos, también nuestra igualdad legal y material en estos años. No es la primera vez que retrocedemos pero sí la más acelerada.

Y ahora decidamos cada uno qué podemos hacer. La vía no es la violencia ni la desesperación, sino el compromiso cívico. Sólo con una participación masiva en la sociedad civil y por supuesto también en los partidos políticos conseguiremos revertir esta decadencia que no debemos esperar que se frene sola ni que la ayuden a atajar otros países con similares problemas. De todos y cada uno de nosotros depende.