Estas iban a ser las elecciones feministas por excelencia. Las elecciones de la brecha de género. Las elecciones en las que por fin se rompería uno de los techos de cristal más gruesos que aún quedan en pie. Un techo que se haría añicos por el poder de las mujeres, por el poder de una sociedad progresista

Partidarias de Kamala Harris, con gesto triste tras la derrota de la candidata.

Partidarias de Kamala Harris, con gesto triste tras la derrota de la candidata. Kevin Mohatt Reuters

Este era el momento, estas iban a ser las elecciones en las que, por fin, una mujer, una mujer negra, se haría con la presidencia de los Estados Unidos. Excepto que no fue así. 

De todas las conclusiones que se han sacado durante esta resaca electoral (y emocional) que seguimos navegando desde las votaciones, la que me resulta más llamativa es la rotunda afirmación de que Kamala Harris ha perdido por ser mujer. No por ser negra, no por haber sido una vicepresidenta con bastantes carencias, no por haber resultado demasiado brat para su propio bien. No, Kamala Harris ha perdido por ser una mujer. 

En el programa matinal Morning Joe, Joe Scarborough dijo que "no es sólo misoginia de los hombres blancos, es misoginia de los hombres hispanos, es misoginia de los hombres negros, que no quieren que una mujer los dirija".

Por este razonamiento, todo aquel que no haya votado a Harris es misógino. Todas las mujeres que no han votado a Harris son machistas. Porque Harris no solo no ha ganado las elecciones, sino que, además, ha perdido a bastantes votantes femeninas por el camino. Es un hecho que menos mujeres le han dado su apoyo en comparación con sus predecesores demócratas. Uno de los cuales, recordemos, también era una mujer. 

Este razonamiento de brocha gorda no es sólo simplista, sino que obvia uno de los mayores errores en la campaña de Harris. Una campaña que se centró y confió en el voto femenino, y que cometió el error de asumir que, al convertir el aborto en el eje central de su comunicación, tendría garantizado el apoyo de las mujeres. Cometió el error de dar su voto por supuesto. 

Pero ahí va un recordatorio. Las mujeres no somos un grupo monolítico. No dependemos de un único cerebro que toma las decisiones del grupo en conjunto. 

Las mujeres no votan solo por el útero. Sus preocupaciones tienen múltiples facetas que van más allá del debate "aborto, sí / aborto, no". Como la educación y el control de armas, la sanidad y la economía. La inmigración. Temas que también interfieren en la vida de las mujeres. Temas que también necesitan de respuestas.

Y, aun así, Harris los dejó en segundo plano. Una carencia que, seamos honestos, refleja además una idea bastante simplista de las inquietudes y preocupaciones que tienen las mujeres.

La idea de que los votantes se opusieron a Harris por su sexo y no por la muestra de su capacidad (o ausencia de esta), obvia la necesidad de examinar los errores de la campaña, de divisar posibles culpas, posibles cambios y mejoras.

Asumir que ha sido el hecho de ser una mujer lo que le ha impedido llegar a la Casa Blanca, incluye la asunción de que Harris ha hecho todo bien y el problema es de los votantes, que han hecho todo mal.

Permite asumir que perdió únicamente porque Estados Unidos está lleno de votantes misóginos, hombres y mujeres, en los que ha calado el discurso de un candidato misógino

Pero las razones no suelen ser tan sencillas. Pocas cosas que tengan que ver con la política son de un blanco y de un negro tan pulidos como nos quieren hacer creer.

Harris, en el momento de escribir estas líneas, no ha caído en la trampa de culpar al machismo de su derrota en las urnas. Un hecho que, teniendo en cuenta el discurso que le rodea, le honra.

Pero esto no elude la realidad de que, por mucho que se quiera a una mujer presidenta, Harris fracasó en el intento de convencer a los votantes, a hombres y también a mujeres, en las que se centró especialmente, de que era la persona adecuada para el cargo. 

Es decir, Kamala Harris no perdió por ser mujer. Y no perdió por culpa de las mujeres

Perdió por dar a las mujeres por supuestas.