El PP de Feijóo ha conseguido que el Partido Popular Europeo bloquee el nombramiento de Teresa Ribera durante, al menos, unas semanas, en las que deberá rendir cuentas también ante el Parlamento español.
Hay una pregunta que surge inmediatamente, y es la de si es legítimo que España lleve su fango a Europa. No tiene mayor relevancia porque, de hecho, ya está allí. Teresa Ribera lo llevaba consigo. Por eso fue el tema de la audiencia de ayer y era inevitable que así fuese.
No en vano, Ribera es una de las responsables directas de la gestión de la catástrofe de Valencia y es natural que tenga que dar explicaciones.
Que las esté dando en Europa no es culpa de la oposición, sino del que la ha llevado allí y se ha empecinado en mantenerla.
Por tanto, la primera cuestión sobre si oponerse a su nombramiento como comisaria es llevar los problemas nacionales a Europa queda despejada. Es evidente que se están sacando los trapos sucios españoles en Europa. Pero la responsabilidad es del que, ignorando el momento en el que la Dana nos ha situado, se ha empecinado en mantener la candidatura de una persona cuestionada en sus responsabilidades.
La siguiente cuestión que surge en este caso es si es desleal con el procedimiento comunitario oponerse al nombramiento de Ribera y si, con ello, se pone en peligro la estabilidad institucional.
La respuesta es que no, y que la posibilidad de oponerse está contemplada, tiene precedentes y, lo que es más importante, está justificada.
El proceso de elección de comisarios ha ido evolucionando a lo largo del tiempo hacia una mayor representatividad de todos los Estados y más intervención del Parlamento Europeo. Hoy, cada Gobierno de cada Estado miembro tiene el derecho de nombrar un candidato. Ese posible comisario se enfrentará a una audiencia ante el Parlamento Europeo, que será el competente para aprobarlo o no después de haber valorado su idoneidad.
Y esto es lo que sucedió ayer por la tarde cuando se decidió bloquear su aprobación.
No hay que llevarse las manos a la cabeza. Esto no es el fin de Europa ni la ruptura de la gran coalición que rige tácitamente el destino comunitario. No es la primera vez que el Parlamento Europeo rechaza a un candidato.
Recuerden, por ejemplo, al italiano conservador Rocco Butiglione en 2004. No pasó nada. Italia propuso a otro. Si se rechaza a Ribera, el Gobierno español tiene derecho a nombrar a alguien diferente. Y así se hará, como se ha hecho antes.
La novedad este año es que la aprobación de los comisarios es en bloque, y no uno por uno como en anteriores ocasiones. Esto supone que, si los populares no apoyan al candidato de Sánchez, los socialistas no aprobarán al candidato de Meloni, y se producirá la caída en bloque de los seis comisarios que ocuparían las vicepresidencias de la Comisión.
Es decir, que las consecuencias políticas del bloqueo esta vez son un poco más graves que en los casos precedentes. Pero no tan dramáticas como para justificar que el Parlamento no pueda ejercer su derecho a no aprobar un candidato.
Una última cuestión, esta más de ámbito nacional, es que con todo esto no sólo está en juego una candidatura, sino el resultado de una gran bronca nacional.
España está, ahora mismo, sometida a un estado de tensión que roza el estrés postraumático, en el que el uso partidista de la catástrofe está llevando a la opinión pública a extremos parecidos a los del 15-M y sus discursos rupturistas.
En este contexto, Teresa Ribera debe responder primero ante los españoles, y luego ante Europa entera. Tiene la obligación moral de rendir cuentas ante el Parlamento nacional a preguntas como ¿dónde estaba cuando se requería su presencia para la gestión de la DANA?, ¿por qué paró en 2021 la adecuación del barranco del Poyo por razones de coste-beneficio? o ¿por qué siguió siendo ministra si sabía que no podía ejercer el cargo?
En definitiva, Ribera tiene la obligación de dar la cara.
Maquiavelo decía que el momento de un político dependía de la fortuna y del saber hacer. A Teresa Ribera no le ha acompañado ni lo uno ni lo otro.
Por eso, sencillamente, no es su momento para ser comisaria europea.