Dice La Vanguardia que abandona X el mismo día que la directora ejecutiva de X Corp. Linda Yaccarino anuncia que la red social ha superado todos sus récords históricos de difusión. Monseñor abandona escandalizado la bacanal babilónica al grito de "libertad no es libertinaje". Buenu, pues molt bé, pues adiós, como diría el mayor Trapero

Quizá haya tenido algo que ver en la decisión de La Vanguardia, que sigue los pasos del diario británico The Guardian, la televisión pública estadounidense PBS y el cuerpo de policía del norte de Gales (sic), el mensaje de Elon Musk tras la victoria electoral de Donald Trump: "Vosotros sois ahora los medios".

Donde "vosotros" son los usuarios de X y "los medios", productos como La Vanguardia

Dice The Guardian que "los lectores podrán continuar difundiendo los artículos del diario en X". Es una magnánima concesión la de dejar que los lectores hagan gratis el trabajo que antes hacían, cobrando, tus community managers.

Lo cierto es que The Guardian y La Vanguardia no pueden hacer nada por evitar que los lectores compartan lo que quieran. Y lo cierto también es que muchos de los periodistas de The Guardian, como también ocurre en el caso de La Vanguardia, continúan en X, lo que convierte en irrelevante el gesto de abandonar unas cuentas corporativas de las que el medio no saca apenas beneficio.

En realidad, el gesto de The Guardian y La Vanguardia disfraza de virtud moral, con la retórica habitual sobre los "bulos", la "calidad de la conversación pública", los "discursos de odio" y demás estandartes chatarreros de la superioridad moral socialdemócrata, lo que no es más que un simple cálculo coste-beneficio. 

Donald Trump y Elon Musk, juntos en un mitin del candidato republicano el pasado octubre en Butler.

Donald Trump y Elon Musk, juntos en un mitin del candidato republicano el pasado octubre en Butler. Reuters

Cualquier tuit de cualquier usuario con un par de miles de seguidores multiplica por cien la difusión media de los tuits de la cuenta oficial de La Vanguardia, que tiene 1,3 millones de seguidores, pero una repercusión raquítica.

No es un demérito de La Vanguardia. X con Musk y antes, cuando era Twitter, representa sólo una pequeña parte del tráfico de un medio tradicional. Ahí nada ha cambiado en X. 

X y los medios no interseccionan apenas. Son conjuntos disjuntos

Y la prueba es que la mayoría de los tuits de La Vanguardia no tienen ni siquiera una sola respuesta. Pero no son la excepción de la regla. Las cuentas corporativas, con alguna excepción, no funcionan en X. Demasiado encorsetadas. Demasiado muertas.

Pero La Vanguardia, como buen paladín del viejo desorden, no podía irse sin levantarle el dedito a sus lectores de menos de noventa años.  

"La antigua Twitter hace virales los mensajes que atentan contra los derechos humanos" dice el viejo diario catalán, que convivió durante cuarenta años con el franquismo, cuando se llamaba La Vanguardia Española y le lanzaba vivas a Franco, y luego cuarenta años más con los sucesores sociológicos del franquismo y la corrupción nacionalista, de la que no tuvo noticia hasta que la publicamos los medios de Madrid.

Ahora a La Vanguardia le molesta que Elon Musk haya acabado con la censura woke y que los usuarios de X tengan la posibilidad de publicar notas a la comunidad. Es decir, el desmentido de las noticias que resultan no ser ciertas. 

Un solo ejemplo. Un bulo difundido por la Moncloa y replicado sin comprobación por La Vanguardia. Y no lo digo yo, sino Cayetana Álvarez de Toledo

Otro ejemplo. Una simple búsqueda de los términos "ministerio de salud", "Gaza" y "La Vanguardia" arroja docenas de ejemplos en los que el diario ha reproducido, sin filtro alguno, los bulos de los terroristas palestinos. Docenas y docenas de bulos. 

De hecho, la cifra oficial que da La Vanguardia de presuntos muertos en Gaza, con la coletilla habitual de "de los cuales X son mujeres y niños", es la de Hamás. Es decir, una cifra no sólo inventada, sino disparatada. Cuando La Vanguardia no recurre a los datos de Hamás, recurre a los de la ONU. Es decir, a los de UNRWA. Es decir, a los de una agencia de cuyos vínculos con Hamás no duda hoy nadie mínimamente informado.

Sánchez planta cara a los ultras de Paiporta titulaba La Vanguardia el pasado domingo 3 de noviembre. Ni Sánchez plantó cara, sino que huyó a la carrera, ni había ninguna red de ultraderecha entre los vecinos que ese día increparon al presidente. 

Eso también era un bulo. Un bulo que ni siquiera era de producción propia, sino surgido de la granja de bulos de la Moncloa. 

Dice La Vanguardia que "el factor que ha acabado por decantar la decisión de abandonar la red social ha sido la cobertura de las elecciones presidenciales de Estados Unidos". Es decir, el apoyo de Elon Musk a Donald Trump.

Pero los medios americanos, incluidos por supuesto los muy progresistas New York Times y Washington Post, llevan décadas dando su apoyo mayoritario a los candidatos demócratas, de forma explícita, en cada campaña electoral. Tan tradicional es ese apoyo que el hecho de que este año el Washington Post no haya dado su apoyo a Kamala Harris ha provocado un pequeño terremoto en los Estados Unidos. 

Atentos, que vienen curvas. No es que el Washington Post haya apoyado a Trump. Es que se ha abstenido de apoyar a Kamala Harris, como por lo visto era su obligación. 

Y eso les ha ganado la acusación de "vendidos".

Y es probable, sí, que el Washington Post esté protegiendo sus inversiones. Claro que sí. Como también las protegía antes cuando apoyaba a los candidatos del Partido Demócrata.  

"Esto no es un aeropuerto. Te puedes largar sin avisarnos" respondía un usuario al periodista Enric Juliana, que también ha anunciado (en X) que abandona X. Juliana se va a Telegram, el canal preferido por el Kremlin y el Ministerio de Defensa ruso para sus operaciones de desinformación. 

El chiste se explica solo.