El movimiento 4B estadounidense es la más reciente psicosis viral posterior a la victoria trumpista. Según los medios que leas, uno podría llegar a creer que hay un ejército de mujeres en Estados Unidos que han renunciado a tener sexo, a salir con hombres, a casarse y a tener hijos.

Al parecer, es una forma de protesta contra la misoginia, importada de Corea del Sur.

Parece ser que la victoria de Donald Trump en las elecciones justifica caer en esta histeria colectiva. Y si no lo pillas es que tan aliado no serás. 

Hay un punto de conservadurismo reaccionario en todo esto del que las propias mujeres que se rapan la cabeza en redes sociales, mientras juran celibato eterno, no parecen ser muy conscientes. Como bien apunta Mary Harrington en su artículo El movimiento 4B es maravillosamente reaccionario, la filosofía detrás del 4B es inherentemente conservadora porque se basa en una disciplina deliberada del deseo

Cuidado, no vaya a ser que estas mujeres descubran que hay algo de valor en esa manera de vivir al margen de la economía del sexo casual, tecnificado por la píldora y sin ataduras.

Cuidado, no vaya a ser que les guste descubrir que, efectivamente, uno puede (e incluso a veces debe) supeditar sus deseos inmediatos a unas convicciones que los trascienden

Utopías conservadoras aparte, conozco a un sabio periodista que vive muy offline y que, cuando le comentan temas de tendencias en redes sociales, pregunta con mucha serenidad "pero esto ¿lo hace mucha gente o estamos hablando de dos locas?".

La pregunta es muy pertinente en este caso.

Cuando nos dicen que muchas mujeres decepcionadas por el resultado de las elecciones están optando por mantenerse totalmente alejadas de los hombres, cabe cuestionarse cuántas son, quiénes son y cómo sabemos que, más allá de llorar durante treinta segundos en TikTok, están asumiendo ese compromiso en su vida real.

A ver si esto sólo va a tener que ver con que esta generación busca desesperadamente su revolución y han encontrado su nicho en el puritanismo identitario que está enganchado a predicar homilías online.

Quizá algunos medios buscan también desesperadamente mártires a los que encumbrar. 

Así que quizá la pregunta más fundamental sea, ¿a quién beneficia esta supuesta revolución? ¿Y quién sale perdiendo con esto?

Al feminismo no beneficia, desde luego. Que no nos cuelen que la nueva insurrección feminista reivindica que el principal poder de la mujer reside en su capacidad para tener sexo, convertirse en esposa de y tener hijos. Me suena un poco a cuando las femen gritaban medio desnudas que las mujeres eran más que su cuerpo. 

Con el 4B pierden las mujeres, que se ven representadas como unas histéricas incapaces de gestionar la victoria de un presidente que no es de su agrado.

Y hay quien pretende hacerlo pasar por un discurso intelectual solvente. 

Quizá lo más feminista sería tomarse a las mujeres en serio de verdad y empezar por preguntarse por qué un 45% de ellas ha votado a Donald Trump. Pero no, es más fácil amplificar la tendencia de las dos locas de turno.

Aquí sólo sale ganando el identitarismo woke, que ha convencido a algunas personas de que tienen que renunciar a su felicidad personal para convertirse en esclavas de un conjunto de ideas que han acabado con la noción de ciudadano. Es el triunfo del individuo emocional sobre el racional. El triunfo del algoritmo sobre la vida real

Amiga, date cuenta. Lo revolucionario no es que te rapes la cabeza en streaming. Lo revolucionario sería dar la espalda a las ideologías, quizá desinstalarse TikTok un rato y enamorarte de la vida real con sus matices y sus grises.

Y, si se da el caso, con sus hombres estupendos.