El 15 de abril de 2013 tuvo lugar el atentado de la maratón de Boston, en el que fallecieron tres personas y 281 resultaron heridas. El 1 de agosto de 2013, Dzhokhar Tsárnayev, uno de los autores del atentado, fue portada de la revista Rolling Stone por su cara de guapo.
la portada del Rolling Stone dedicada a Dzhokhar Tsarnayev me parece lamentable....
— Nicolas de Pedro 🇪🇸 (@nicolasdepedro) July 18, 2013
El 13 de agosto de 2018, una mujer embarazada fue asesinada junto a sus dos hijas de cuatro y tres años. Meses más tarde, Christopher Watts, marido y padre, autor del crimen, empezó a recibir cartas de amor de mujeres en prisión.
Ted Bundy, Charles Manson, Daniel Sancho, Miguel Carcaño, 'el asesino de la catana'.
Hombres, criminales, glorificados por su atractivo.
Ahora internet tiene un nuevo objetivo. Su nombre es Luigi Mangione. Un chaval de 26 años, ricachón, que vuelve locos a las chicas y a los chicos, escucha a Charlie XCX y parece un Jonas Brother.
Es sospechoso de matar a Brian Thompson, jefe de la aseguradora de salud más potente de Estados Unidos.
Bang.
Disparo por la espalda a sangre fría. Thompson caía al suelo a plena luz del día en las calles de Manhattan. Un chaval encapuchado disparaba su arma de fuego contra él, sin piedad, como uno de esos capítulos de Élite.
Nada más lejos de la realidad, niños ricos y atractivos, tomando la justicia por su mano. Porque los delincuentes quedan exentos de ser delincuentes si tienen abdominales, coches de lujo y las cejas depiladas a la perfección.
Ya nadie se acuerda de Thomas Matthew Crooks, me apuesto un brazo a que ni siquiera resuena su nombre. Fue el chiquillo de veinte años que intentó asesinar a Donald Trump durante la campaña electoral. Llevaba hierros en los dientes, gafas metálicas de culo de vaso y algún que otro resto visible de la pubertad en forma de acné. De él se supo que vivía en los suburbios de la ciudad de Pittsburgh, que sufría bullying en el instituto y que además, el muy friki, consumía porno.
Vaya, que no se puede ser un héroe si eres feo. Pero sí un delincuente.
Un gran ejemplo de esto es el estigma social asociado a los okupas o a los gitanos. Ambos grupos, marginados y generalmente pertenecientes a clases populares. La imagen del okupa como un usurpador ilegal de propiedades refleja esta construcción de criminalidad vinculada a la pobreza y la exclusión social.
Lo mismo ocurre con los gitanos, que han sido históricamente estigmatizados como "otros" peligrosos, asociados a la mendicidad o a actividades delictivas, sin considerar las causas estructurales de su marginación.
En ambos casos, el sistema social y económico refuerza la idea de que estos grupos son peligrosos por naturaleza, y sus comportamientos se asocian a la criminalidad, mientras que los problemas más complejos relacionados con la desigualdad o la falta de recursos quedan fuera de foco.
Pongámonos en el caso en el que Mangione resulta ser culpable.
En Twitter ya conocen sus gustos musicales, incluso la canción que escuchó quince horas antes de su arresto: Criminal, de Britney Spears. Sabemos de dónde viene, lo excelente alumno que fue, el tamaño de sus abdominales. Un héroe contra el capitalismo, que dicen algunos.
Mama I’m in love with a criminal.
Lo cierto es que el sistema sanitario de los Estados Unidos de América lleva siendo un cristo desde que tenemos uso de razón. Si te llega la anestesia para la amputación de la pierna, fenomenal. Si no, tendrás que empeñar tu casa, a tu abuela y las joyas de la comunión.
¿Convierte entonces el error del mandamás en un billete de libertad para actuar según convenga a los que estamos abajo? ¿Tiene sentido matarnos a tiros?
Ya lo decía Gandhi: son violentos porque están desesperados.