Lily Phillips es una superestrella de OnlyFans que encaja en el patrón de 'la buena puta'. Tiene un equipo que trabaja para ella, nada ocurre sin su consentimiento, es ella la que impone las reglas y se puede permitir todo tipo de medidas de seguridad.

Lily Phillips, en una escena del documental 'I Slept With 100 Men in One Day'.

Lily Phillips, en una escena del documental 'I Slept With 100 Men in One Day'.

Y, por supuesto, está forrada.

También se refiere a sí misma como 'puta' y 'zorra' porque, como buena apóstol de la posmodernidad, cree que 'reapropiarse' de los términos despectivos es una forma de activismo.

Ahí está la utopía de los que abogan por la regulación de la prostitución con el argumento de que los problemas de las prostitutas desaparecerán con su legalización, con la concesión de nuevos derechos y la consiguiente seguridad.

El paraíso antiabolicionista está en OnlyFans. 

Y, ¡oh, sorpresa!, resulta que lo que ahí ocurre es la misma basura de siempre. O quizá incluso peor, porque la perversión es mayor cuando la coronas con un lazo rosa. 

Lily Phillips se propuso el reto de acostarse con cien tíos en un día para su canal de OnlyFans. Al fin y al cabo, ella es una mujer de negocios y esto es un objetivo de empresa. Si no estás creciendo, te estás estancando. Lo podría decir cualquier propietario de una startup

La experiencia ha sido documentada por el youtuber Josh Pieters en el documental I Slept With 100 Men in One Day.

En los cuarenta y siete minutos que dura el vídeo, uno puede escuchar a Lily Philips hablar de lo mucho que ama su trabajo, de las medidas de seguridad que toma, del feminismo que defiende y del apoyo que recibe de su familia y de sus amigos.

Pero hay grietas en ese discurso. Grietas en las que Philips no entra, pero que saltan a la vista.

Philips se siente sola.

Philips no le cuenta a sus padres todo lo que hace.

Philips se pregunta cuánto está contribuyendo a la sexualización de las mujeres.

Philips tiene miedo de estar legitimando los comportamientos más extremos de los hombres

Philips llora cuando acaba de acostarse, uno por uno, con los cien tíos que se han presentado a su anuncio. Dice que apenas puede acordarse de diez. Que ha estado disociada todo el tiempo.

Llora porque ha sido peor de lo que imaginaba, aunque luego dice que llora porque no todos se han ido contentos.

Ella no lo dice, pero quizá también llora porque su manager permitió que alguno volviera a pasar por el negociado tras no quedar satisfecho. O porque su equipo dedicó el día a comprar electrolitos y comida para que ella siguiera dando caña. 

Los que aseguran que las prostitutas sólo necesitan más derechos tienen ahí el resultado de su ideal de 'la buena puta'. Una joven de veintitrés años que llora porque no ha podido satisfacer a cien hombres. 

¿Qué quieren que les diga? Abogar por la legalización de la prostitución no es proteger mejor a las mujeres. Es blanquear e institucionalizar la degradación del ser humano. Más higiénico, más seguro, más aberrante. 

Quizá Lily Philips llora porque este no es, en realidad, el ideal del empoderamiento femenino. Es la fantasía soñada por los pervertidos

Abogar por la eliminación de los tabús y de las opresiones que supuestamente cercenan la sexualidad no ha liberado jamás a nadie. Sólo ha hecho a las mujeres más esclavas de hombres que han visto cómo el discurso del empoderamiento femenino les daba (a ellos) vía libre para desmadrar sus deseos.

Unos hombres que son siempre anónimos. Porque aquí la única cara que vemos es la de Philips. Pero no vemos a ni uno solo de los tíos que se presentaron al anuncio de la laboriosa Lilly. Tampoco a ninguno de los miembros de su equipo.

Y a ninguno de los amigos y familiares que tanto dicen apoyarla

La reflexión de uno de los voluntarios sexuales del reto, que acababa de salir de sus cinco minutos de rigor con Philips, sí queda documentada. "No suelo reflexionar sobre las cosas antes de hacerlas, pero luego pienso ¿eso estuvo bien?".

'Contra la revolución sexual', de Louise Perry.

'Contra la revolución sexual', de Louise Perry.

Como dice Louise Perry en su libro Contra la revolución sexual: "Una vez que se permite la idea de que las personas pueden ser productos, todo se corroe".

Philips llora porque al cuerpo no se le puede mentir. El cuerpo sabía que era querido porque era acunado antes de poder entender las palabras de quien lo acunaba. Por eso sabe cuándo está siendo utilizado. Cuándo ha sido vendido a un precio que nunca merece la pena.

El cuerpo no acepta que eso que le está ocurriendo no afecta en nada al ser humano que lo habita. No acepta la mentira de que el consentimiento puede ser comprado.

Dice la superestrella de OnlyFans que empezó en la plataforma porque pensó que, ya que todo el mundo la sexualizaba igualmente, por lo menos iba a hacer negocio a costa de sí misma. Entiendo que Philips crea eso porque la que le gestiona las finanzas es su madre.

Entiendo que lo crea porque ha hecho un llamamiento para acostarse con cien machotes frente a una cámara y han aparecido cien tíos. Cien tíos que luego no son capaces ni siquiera de responderse a sí mismos si lo que acaban de hacer está mal.

Entiendo que ella lo crea porque hay ocho sueldos que dependen de que eso sea verdad. 

Pero merece la pena que alguien le diga que ella no es un producto que pueda ser comprado. Lo merece porque Phillips ya ha anunciado que su siguiente reto será acostarse con mil sementales.

Lo merece porque la fantasía del neoliberalismo sexual, por la que tantos apuestan, le va a costar la vida.