Sobre el tema de Lily Phillips, la modelo de OnlyFans que se ha acostado con cien hombres en un solo día (y que ha anunciado ya que se dispone a hacerlo en enero con mil), he hablado con Ana Zarzalejos y Helena Farré. Las dos han escrito artículos sobre ella en EL ESPAÑOL, que dejo aquí y aquí. Vale la pena leerlos.
Ana Zarzalejos me dijo que había sentido tristeza al escribir su texto. "Esta chica no necesita un discurso sobre la dignidad, sino alguien que la quiera" me dijo.
Lily Phillips, es evidente, no tiene cerca a nadie que la quiera.
Yo me acordé de La purga, esa película distópica de terror de 2013 en la que un gobierno totalitario ha conseguido el pleno empleo y la reducción de la delincuencia a niveles ínfimos gracias a un evento anual llamado 'la purga', un periodo de doce horas en el que todos los delitos están permitidos, incluido el asesinato.
Eso es lo que Lily Phillips ha hecho en la vida real. Decretar una purga en la que ha permitido en su propio cuerpo aquello que una hora antes o una hora después sería delito y ella no habría consentido bajo ninguna circunstancia.
"Bueno, eso es el sexo" dirán algunos.
No, eso no es el sexo. Que lo que ha hecho Lily Phillips incluya sexo no quiere decir que sea sólo sexo. Es otra cosa. Y esa otra cosa debe ser juzgada de acuerdo a parámetros distintos. ¿Si Lily Phillips anunciara que va a amputarse pequeños pedazos de su cuerpo, uno a uno, a cambio de pagos en OnlyFans, lo seguiríamos considerando "libertad personal"? ¿"Sacrosanta autonomía de la voluntad"? ¿"Cirugía facultativa"?
¿O nos preguntaríamos cuál es su problema y el de los que pagan?
La pregunta es qué está purgando ella. Lo que están purgando sus cien depredadores sexuales lo sabemos todos.
Y esa es, de hecho, la verdadera bomba de relojería que esconde la ley del sí es sí de Irene Montero. No el hecho de haber reducido las penas de cientos de violadores y pederastas, o el de haber sacado a la calle a docenas de ellos (que también).
Sino la de haber convencido a miles de adolescentes mentales de entre 1 y 99 años de que el consentimiento es un interruptor con dos posiciones, encendido/apagado, y que la posición de encendido te ahorra el trabajo de evaluar la moralidad de aquello que te ha sido 'consentido'.
Ana Zarzalejos se fijaba en su artículo en el testimonio de uno de los cien hombres que habían tenido sexo con Lily Phillips. "No suelo reflexionar sobre las cosas antes de hacerlas, pero luego pienso ¿eso estuvo bien?" decía el tipo.
Es muy cómodo eso de intelectualizar tus actos a posteriori. Primero disparas y luego piensas en los motivos por los que el tipo de enfrente se merecía un tiro. Eso suelen hacer los racionalistas. Razonarlo todo al 100%, pero desde la zona de confort de la distancia. A toro pasado, la racionalidad suele producir demonios.
Esos racionalistas son como los cien depredadores de Lily Phillips. Tipos que ven lógico y racional que una mujer acepte acostarse con cien anónimos a cambio de clics, pero que no permiten que aparezca su cara en el vídeo.
La pregunta es por qué no lo permiten. ¿Acaso no hay consentimiento de ella?
¿Cómo razonan esa pequeña discordancia entre teoría y práctica? ¿De qué se avergüenzan, si todo es impecablemente legal, consentido e incluso bonito, dado que surge de la espontánea libertad personal de dos adultos en comunión de intereses?
Our liberal society has lost the language to explain why it’s morally wrong for Lily Phillips to have sex with 101 men in a day on camera. Consent, it turns out, is NOT the only important value. The human soul is sacred, and OnlyFans profanes it.
— Ben Shapiro (@benshapiro) December 12, 2024
pic.twitter.com/PJiCG9ASRS
Los jerarcas del nazismo también intelectualizaron al 100% el Holocausto. Tan intelectualizado estuvo que hasta hubo juristas que argumentaron que el Holocausto no era ni siquiera delito desde el punto de vista del positivismo jurídico. A fin de cuentas, había leyes que lo permitían, y esas leyes eran formalmente válidas.
Esos juristas no eran nazis. Sólo eran racionalistas. Positivistas. Cartesianos.
[Con la edad, uno aprende a huir de quienes lo racionalizan todo al 100%. También aprende uno a pensarse las cosas sólo al 80%. El 20% restante es terreno para la intuición moral, y conviene dejar que esta haga su trabajo. Cuando se permite al intelecto tomar las riendas de ese 20% se está abriendo la puerta a quienes esperan durante todo el año a que llegue la noche de la purga. Lo dice Louise Perry en su libro Contra la revolución sexual: "No te fíes de ninguna persona o ideología que te presione para que no hagas caso de tus intuciones morales"].
"Estoy escribiendo un perfil de Mary Shelley", me decía luego Ana Zarzalejos. "Su grupito de amigos, Lord Byron, su marido Percy Shelley, son los 'errejones' del Romanticismo. Pero con un discurso intelectual para justificarlo. Gente que escribe una tesis doctoral para justificar que su mujer preñada le torra y quiere irse con otra".
Helena Farré me preguntaba retóricamente en qué estaban pensando los cien hombres de Lily Phillips. "Me pregunto qué le pasa por la cabeza al tipo número sesenta y siete que entra en una habitación que huele mal. En qué momento, como hombre, decides ser uno de esos cien. O de los mil con los que pretende acostarse en enero".
[Helena se refiere a ese momento en que el cámara que graba el documental sobre Lily Phillips entra en la habitación donde ha ocurrido todo, ve docenas de preservativos usados en el suelo, y tiene una audible arcada por el olor a esperma que ha impregnado las paredes de la estancia].
"Nada" le respondí a Helena. "No le des más vueltas. No les pasa nada por la cabeza. Simplemente, son depredadores que aprovechan la oportunidad que les ofrece ella para tener un par de minutos de sexo. Son delincuentes en su noche de la purga. Pero durante unos minutos todo les sale gratis porque ella ha dado su consentimiento".
"Deja de meterte en la vida de los demás" me dijo un usuario de X.
No, hombre, yo no me meto en la vida de nadie. Sólo me permito dudar de que el consentimiento de ella sea suficiente; de que su reto no vaya a tener consecuencias devastadoras para ella; o de que sus 'compañeros' de cama, de los que ella apenas es capaz de recordar a unos pocos, no sean en realidad verdaderos violadores en potencia.
"La prueba de que el consentimiento de ella es libre y voluntario es que ahora se va a acostar con mil hombres" respondían otros.
Claro que sí, hombre. ¿Y por qué no diez mil? Eso sería diez veces más consentimiento.
Pensemos en otro ejemplo. Un chico anuncia que esnifará una raya de cocaína por cada like que reciba en su perfil de OnlyFans. No hay límite de rayas. El 'evento' será retransmitido en directo.
¿Le darías like? ¿Le darías like a la primera raya? ¿A la segunda? ¿A la vigesimoséptima, si es que sigue vivo?
¿Y por qué no, si él ha dado su consentimiento? ¿Acaso no es él el único dueño de su cuerpo, y de su vida, y de su voluntad? ¿Acaso el suicidio no es la máxima expresión de la libertad individual? ¿Acaso no es un derecho humano la eutanasia?
¿Qué es lo que te frena?
Piénsalo. ¿Qué? Ponle un nombre a ese qué.
Curiosamente, nadie se pregunta si Lily Phillips ha disfrutado. Una pregunta, por otro lado, que se responde sola cuando ves el vídeo en el que ella aparece devastada emocionalmente. Por eso el único punto a debate es su consentimiento. Si ella lo ha concedido, ¿qué más da todo lo demás? ¿Acaso no se ha "forrado" con las visitas?
"¿Alguien ha visto el vídeo?" le pregunté a Helena Farré. "Porque quizá ha sido todo un engaño de ella para denunciar a los hombres que respondieron al anuncio. O un montaje para denunciar la credulidad de los ciudadanos del siglo XXI, esos a los que cualquier aberración les parece ya verosímil".
Yo creo que lo dije incluso con esperanza. "Quizá todo esto no sea real".
"Con el dinero que gana en OnlyFans no sé si se arriesgaría a ello, excepto que quiera cerrarlo" me respondió Helena, devolviéndome de un guantazo a la realidad.
Efectivamente. El principal peligro para Lily Phillips sería defraudar las expectativas de sus cien abusadores. Traicionar su confianza. Eso es lo único que el liberalismo racionalista consideraría inaceptable: que ella incumpliera el contrato.
Uno de los cien tipos incluso le llevó un ramo de flores. El muy memo se había creído lo del consentimiento. Debía de ser un tipo de profundas convicciones progresistas. Un auténtico hombre deconstruido del siglo XXI. Uno de esos que sólo está esperando el consentimiento de la víctima para hacer lo que él sabe que está profundamente equivocado.
Y quien dice "el consentimiento de la víctima" dice "el consentimiento de la ley".
Eso lo resume un poco todo. El mal no existe, y por tanto tampoco existe el bien, ni lo correcto, y ni siquiera lo recomendable. Sólo existe la autoridad que te concede el permiso para hacer o no hacer X.
El sueño más húmedo del totalitarismo.
Confiemos entonces, pequeñas ratas de cloaca racionalistas, en que "la autoridad" tenga las intuiciones morales que vosotros fingís no conocer. Porque si no, ya podemos todos darnos por jodidos.