Víctor de Aldama hizo el paseíllo hasta el Tribunal Supremo como los matadores la tarde que torean en La Maestranza: con las oraciones dichas, el semblante serio y el alma pendiendo de un hilo como la de un funambulista. Sabiendo que es probable que se deje la libertad (que es peor que dejarse la vida) en la faena.
De banderillero se llevó al de Desokupa, que es más grande que un Miura. Y que podría haber dicho aquello que dijo Joaquín Martínez, banderillero de Belmonte, cuando al meterse en política, a la pregunta del maestro sobre cómo había acabado así, le respondió con guasa aquello de: "¡Ea, maestro… degenerando!", que es como acaba todo el mundo en el Supremo. O haciendo de guardaespaldas de alguien que va camino del tribunal, degenerando.
Aldama, de ser ministro in pectore, niño bonito de El Uno, ha pasado a paria sobre la tierra, a desheredado de los de la Internacional. Precisamente por intentar que ningún allegado de Ábalos (y el juez dirá si también de Santos Cerdán y del jefe de gabinete de María Jesús Montero) se quedara famélico, por más que sumándolos a todos resulten legión.
Así llegó el lunes Aldama a declarar ante el Supremo después de aquel minuto de oro ante las cámaras de televisión en el que prometió aportar pruebas y documentación. Y aportó: copias de conversaciones por WhatsApp (porque el WhatsApp lo carga el diablo, talón de Aquiles de los corruptos) y hasta una nota manuscrita, que aseguró sale del puño de Koldo. Como si el puño de Koldo pudiera servir para otra cosa además de para agarrar férreamente todas las comisiones de España.
También afirmó que entre el 1 y el 1,5% de todas las mordidas eran para el PSOE como partido. Poco me parece. Después del precedente del 3% de Convergencia deberían haber pedido exactamente lo mismo.
Y aportó alguna cosa más, pero es lo que tiene la corrupción, que no deja demasiadas pruebas. No se pone por escrito ante notario y para eso existe exactamente la UCO, unidad a la que parece cuadrarle varias de las ideas que va largando Aldama.
Lo sorprendente es la mala estrategia de comunicación de Moncloa, como si cada dirigente del PSOE hiciese la guerra por su lado desde que estalló este escándalo. Mienten (que es el término correcto en castellano cuando alguien falta a la verdad o la tergiversa) sobre informaciones que se desvelan con fotos tan sólo dos días después.
Deberían despedir al ama de llaves, al ideólogo de esta chapuza y buscarse a alguien capaz de sostener una coartada que dure más de una semana en pie.
Al PSOE le ocurre como a todo imperio en los estertores, que ya es sólo reino de taifas. El sanchismo es un imperio que ha durado dos mil días. Antes las cosas se hacían para aguantar: las calzadas romanas, las catedrales góticas y hasta los imperios. Hoy los líderes nacen con obsolescencia programada.
También van con obsolescencia programada las coartadas que acuñan desde Moncloa, que nacen muertas por mucho que las coree al unísono cada mañana todo el Ejecutivo, equipo jurídico y de comunicación particular de Begoña Gómez.
Como lo del domingo, con Santos Cerdán asegurando que Aldama nunca había estado en la planta noble de Ferraz (como si a Ferraz le quedase algún rincón aristocrático en el que no se hayan hecho negocios de dudosa reputación), y aparecieron el lunes a primera hora unas fotos de Ábalos y el acusado en el meollo del cogollo del bollo del kilómetro cero socialista.
A este paso va a resultar que el comisionista no era el fontanero de los asuntos del Gobierno. Como sigan refutando las acusaciones con mentiras de AliExpress, que agravan la hemorragia en vez de cortarla, va a parecer que Aldama era era el fontanero, el carpintero y hasta el portero con las llaves de Ferraz, de Moncloa y del despacho del presidente.
Ayer declaró Aldama. Hoy martes, Koldo. Y mañana, Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno. Ni la Pasión de Cristo resultó tan cruel.