Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, nos prometió un 69. Literalmente. Podría pensar usted, querido suscriptor, que este es uno de esos titulares que se pone para "empujar a la gente a que clique". Se equivoca. Fueron testigos de la escena Alberto Núñez Feijóo y hasta el presidente del Tribunal Constitucional.
A nosotros, que estudiamos con las monjas del Sagrado Corazón, nos daba pudor contarlo, no se crean. Pero la promesa, tenga que ver con un 69 o una bajada de impuestos, es importante en política. Así que, con esta columna, estamos anteponiendo el periodismo al reparo.
Ocurrió en la última entrega de premios celebrada por este diario ecléctico y madridista. ¡Qué fortuna lo primero y qué sacrificado lo segundo! Se suda mucho más no siendo del Madrid escribiendo en EL ESPAÑOL que habiendo ido al Sagrado Corazón y practicando en público el 69.
La cosa es que allí estábamos, en la fiesta del centro reformista, ¡a la vista de las fuerzas vivas y muertas del país!, y Ayuso nos lo prometió. Dijo que lo haría "por España". Joder, habíamos visto extraños fetichismos, pero lo de ponerse con un 69 pensando en España... Eso es rotura de fibras, seguro.
Nos dolió que la promesa hiciera su aparición delante del padre Feijóo porque a él no le augura cosas parecidas. ¡Menuda cara puso también la presidenta del Tribunal Supremo! ¡Y qué decir del resto de la concurrencia! Los empresarios debieron de pensar: "A ver si es que estos son liberales de verdad".
El origen de la historia es más o menos este: vino Ayuso al periódico pocos días antes de las últimas elecciones autonómicas. Tenía una cerveza en la mano. Grabamos la entrevista –con ella y otros candidatos– en el bar de abajo.
Le preguntamos qué haría en caso de triunfar. Se vino arriba como sólo se viene arriba Ayuso. Y prometió tatuarse un 69 en caso de conseguir o superar tal cifra de escaños; la cifra que marca la mayoría absoluta en Madrid.
Sacó la absoluta... y se guardó el 69 al más puro estilo sanchista. Por eso se lo recriminamos en público la noche de aquellos premios pese a su condición de anfitriona. No nos habíamos cruzado desde la entrevista.
Ayuso suele presumir de ser una mujer de palabra. Pero la palabra es ontológica y lo mismo da incumplirla con el 69 que con la Ley de Amnistía. Ella sabe que es cierto. Cuando nos despedimos, se lo recordamos. No mencionamos lo de la "ontología" ni citamos a Churchill para definir la puñetera palabra como bien supremo del hombre.
Se lo dijimos como se lo diría Miguel Ángel Rodríguez, o como se lo diría ella a un miembro del Gobierno: "Si no cumples, será como Sánchez".
Ayuso, tan aparentemente segura... De repente, tan frágil. Tan delatada. Se le escapaba la derrota por todas partes. Pidió una negociación. Ofreció tatuarse un "70" para cumplir el pacto, que es el número de escaños que finalmente logró.
Habíamos estado alabando las bondades del centro, del reformismo, y no nos quedó más remedio que aceptar la enmienda transaccional. Que sea un 70. Pero, si no es, si no envía al periódico la foto del tatuaje con ese número, Ayuso, a nuestros ojos, será sanchista.