El reparto de carteras y la reparcelación de áreas en el Gobierno no ha apaciguado el enfrentamiento entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal y, lo que es más grave, tampoco genera confianza entre los socios necesarios de Mariano Rajoy.
El toque de atención de Albert Rivera al presidente, a quien ha acusado de haber pergeñado un Gobierno "pensando más en su partido que en su país", prueba que su composición genera más dudas que certezas. En este sentido, las declaraciones del titular de Cultura y nuevo portavoz, Íñigo Méndez de Vigo, asegurando que el presidente ha pedido a los ministros que "hablen, dialoguen y pacten mucho" contrasta con la incapacidad de Rajoy para apaciguar su propio gabinete.
Habrá que confiar en que la guerra abierta entre la todopoderosa vicepresidenta y la nueva titular de Defensa amaine o, al menos, no contamine la convivencia del resto del Consejo de Ministros. Pero a tenor de los incendios ya desatados hay que temer que el líder de Ciudadanos haya acertado de pleno en el análisis sobre las motivaciones -ajenas al interés general- que han llevado a Rajoy a presentar este ejecutivo.
El CNI
La prueba de que puede que no estamos sólo ante una pequeña disputa entre dos egos mayúsculos es que la rivalidad por el control del CNI se ha resuelto en el BOE, para disgusto de Cospedal, que ha reaccionado dando por sentado que seguirá siendo secretaria general del PP después del próximo congreso del partido.
La sintonía de la vicepresidenta con el jefe de los espías ha acabado poniendo coto a la pretensión de la ministra de Defensa sobre el CNI, que se ha atrincherado en Génova antes incluso de saber si podrá compatibilizar el Gobierno con la dirección del partido. Es imposible no interpretar esta respuesta sin tener en cuenta la clave sucesoria.
Más fuegos
Pero aun siendo la pugna por el CNI la más evidente y llamativa, no es el único frente abierto. Cristóbal Montoro ha visto cómo su enemigo íntimo Luis de Guindos lo deja definitivamente sin capacidad de interlocución con Bruselas.
Hay motivos para temer que, por contentar a unos y a otros, la reordenación de áreas impulsada por Rajoy acabe siendo más un motivo de rencillas que de eficacia en la gestión del nuevo Gobierno.