La confesión de Félix Millet y Gemma Montull sobre el reparto de las donaciones millonarias que Ferrovial hizo a Convergència a cambio de contratos convierten el 'caso Palau' en la antesala del caso 'Artur Mas'.
El expresidente era uno de los máximos responsables del partido cuando supuestamente se produjo la trama de financiación irregular y Millet ha implicado a directos colaboradores de Mas como el extesorero Daniel Osácar. Es muy difícil imaginar que algo así pudiera producirse a espaldas del político.
El reparto
El expresidente del Palau ha asegurado que las comisiones que entregaba Ferrovial eran del 4% del valor de cada adjudicación, que él mismo hacía de intermediario, que el partido se quedaba el 2,5% y que el resto se lo dividían él y su número dos, Jordi Montull. El detalle del reparto y los pormenores sobre cómo altos dirigentes convergentes recogían el dinero en el parking confirman la sospecha de que el pillaje del Palau, siendo escandaloso, es sólo una derivada más de la financiación irregular del partido nacionalista.
No se trata ya de que Millet, Montull y su hija -entre otros- paguen por haber desviado decenas de millones de dinero público para reformar sus casas, pagar las bodas familiares, viajar por medio mundo y darse la gran vida, sino de depurar responsabilidades por la corrupción de Convergència.
Efecto en el soberanismo
El efecto inmediato que ha tenido la declaración de Millet sobre un bloque soberanista cada vez más fracturado ha sido tremendo. Y no es para menos. La imagen de la constructora -que ha emitido un comunicado para subrayar que nunca obtuvo favor alguno del partido fundado por Jordi Pujol- se ha visto salpicada. Por lo que refiere a Artur Mas, al tirar de la manta, Millet lo ha destapado por completo 12 años después de haber exigido a Pasqual Maragall que se retractara por decir que Convergència tenía un problema que se llamaba 3%.
De probarse los hechos, el expresidente merecería ser obligado a abandonar la vida pública en medio del oprobio.