Este 25 de marzo se cumplen 60 años de los Tratados de Roma, primera piedra en la construcción del edificio europeo al que todavía le queda obra por delante. La UE, que aun con sus sombras ha contribuido a los mayores periodos de paz y prosperidad en el continente, se ve amenazada ahora por la piqueta de quienes pretenden volver a los viejos estados-nación, cuando no a la creación de nuevas mini-repúblicas.
El proyecto europeo se encuentra, seis décadas después de asentar los cimientos, en una encrucijada, como lo demuestra que, cuatro días después de este aniversario, comenzará oficialmente la desconexión del Reino Unido. El brexit es la constatación de un euroescepticismo que ha crecido al calor de crisis a las que Bruselas no ha sabido o no ha podido responder con eficacia: principalmente la económica y la migratoria.
Respuestas coordinadas
Sin embargo, quienes ven en la falta de respuestas exitosas de la UE motivo para pedir su demolición, son incapaces de explicar cómo cada país por su cuenta podría hacer frente a problemas globales de esa envergadura.
Una de las obsesiones de EL ESPAÑOL es dar un nuevo impulso a Europa porque entendemos que sólo unidos podremos tener voz en el mundo actual y sólo unidos podremos resolver dificultades que requieren, cada vez más, de respuestas coordinadas. Necesitamos cooperación para luchar contra el terrorismo, para establecer acuerdos comerciales satisfactorios con el resto del planeta, para luchar contra el cambio climático, para afrontar con garantías la cuestión migratoria...
Cooperación reforzada
La experiencia nos está demostrando que las estructuras actuales son un obstáculo para avanzar, pero los problemas de Europa no vienen del exceso de Europa sino de la falta de más Europa. Por lo tanto, deben acometerse reformas. Hay que caminar hacia la federalización y crear una verdadera unión fiscal y política que permitan encontrar respuestas de forma más ágil y coordinada.
Para caminar hacia esa meta será necesario recurrir al mecanismo de la cooperación reforzada, que faculta a los países (en un número no inferior a nueve) a pactar avances, sorteando así el boicot o las reticencias de los estados que se inclinen por una menor integración. Dado que estos, en cualquier momento, podrán sumarse después a los acuerdos, la circunstancia de que haya distintas velocidades en la UE es un contratiempo menor, y se evita la parálisis.
España, tras el paso dado atrás por Reino Unido, tiene una oportunidad histórica de entrar en el núcleo duro de la UE. Nuestros políticos y los ciudadanos debemos estar a la altura de esa responsabilidad. Creemos en unos verdaderos estados unidos de Europa, ideal que ya vislumbró Ortega y Gasset y al que no estamos dispuestos a renunciar.