El pase de Emmanuel Macron y Marine Le Pen a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia deja un puñado de lecciones de las que, Europa en general y España en particular, deben tomar nota. Paralelismos como los de Macron y Rivera o Mélenchon e Iglesias son tan evidentes que ellos mismos se han encargado de subrayarlos.
Con toda seguridad, Macron se impondrá el próximo 7 de mayo. Está el precedente de 2002, cuando Jean-Marie Le Pen se enfrentó a Chirac y el conservador barrió del mapa al ultraderechista con el apoyo del voto de la izquierda. Pero antes de que se confirme la llegada al Elíseo del presidente más joven de la historia de Francia, cabe extraer cinco conclusiones de la jornada de este domingo.
1.- Hay política más allá de los extremos. El malestar social como consecuencia de la crisis económica ha facilitado el brote de movimientos populistas y nacionalistas a izquierda y derecha. A quienes creían que un extremo sólo se podía neutralizar desde el opuesto, Macron ha venido a demostrarles que no.
El centrista francés ha convencido a millones de compatriotas de que es posible superar las dificultades sin romper con Europa, sin levantar vallas, sin azuzar la xenofobia y sin necesidad de dinamitar estructuras. Macron aboga por aplicar reformas profundas en un sistema que, pese a los problemas evidentes que arrastra, ha sido un éxito y referencia mundial.
2.- Los partidos clásicos deben regenerarse. El batacazo de los conservadores y de los socialistas franceses, por distitintas causas, es morrocotudo. En los últimos 59 años, ambos se habían ido alternando en el poder. Esa dinámica acaba de romperse.
Los republicanos han presentado a un aspirante manchado por la corrupción y lo han pagado. François Fillon no era un candidato honorable tras conocerse los contratos que obtuvo para familiares directos. El Partido Socialista, incapaz de construir un discurso propio y alternativo al izquierdismo rupturista, ha cosechado con Benoît Hamon el peor resultado de su historia.
3.- No hacen falta grandes organizaciones para ganar. Macron ha seducido a los franceses sin una gran estructura detrás. Su partido, ¡En Marcha!, tiene un año de vida, no cobra cuotas a sus afiliados, huye del dualismo izquierda-derecha y dedica una atención preferente a las redes sociales.
Sin duda, gran parte del éxito se debe a su carisma: un político joven, de 39 años, con un brillante expediente académico, con experiencia en la empresa privada, ajeno a las sagas políticas, contrario a los pesebres partidistas y enemigo de los exabruptos, que abandera un programa socialdemócrata en lo social y liberal en lo económico.
4.- La amenaza radical sigue ahí. El éxito de Macron no puede hacer olvidar el fantasma extremista, que en Francia ha crecido a derecha e izquierda. Marine Le Pen ha cosechado un resultado sin precedentes para el Frente Nacional que lo consolida como referencia política. En el otro polo, Jean-Luc Mélenchon ha logrado la hegemonía en la izquierda proponiendo una enmienda a la totalidad del sistema: nueva Constitución, nacionalización de empresas, proteccionismo económico, salida de la OTAN, salida de la UE si no asume un giro social... El PS, el peor parado en las presidenciales, tiene una complicada tarea por delante.
5.- La UE continúa teniendo tirón. Pese a cobrar auge la eurofobia y el euroescepticismo, particularmente tras el brexit, Macron ha derrotado a los enemigos de la UE con un discurso entusiásticamente europeísta. En febrero no dudó en cruzar el canal de la Mancha para dar un mitin en Londres ante votantes franceses en defensa de la Unión. Su triunfo, vital para el proyecto común, se une al del liberal Mark Rutte en Holanda del mes pasado, y ayuda a calmar las aguas en Bruselas.