El nombramiento de Pedro Quevedo como presidente de la comisión parlamentaria que investigará la financiación irregular del PP tiene un grave problema de estética, que en el mundo de la política es inseparable de la ética. Si entre los 350 diputados que componen la Cámara había uno inapropiado en este momento para ese cargo era precisamente el representante de Nueva Canarias, por cuanto su voto es el que le falta al PP para completar la mayoría con la que aprobar los Presupuestos.
Más aun, si había otro diputado en el Congreso poco adecuado para presidir la otra comisión de la corrupción -la que se centrará en las irregularidades de las cajas de ahorro- era Ana Oramas, de Coalición Canaria, que ya dio su apoyo a Rajoy en la investidura.
No hay casualidades
Como en este ámbito es difícil creer en las casualidades, se puede adivinar las razones por las que los dos únicos votos nacionalistas canarios del Parlamento tienen en sus manos el control de las comisiones estrella de esta legislatura. Todo lleva a pensar que cuando los populares compren el voto de Quevedo -el de Oramas ya lo ataron hace tiempo- estarán adquiriendo también su favor en la comisión sobre la caja B del partido. Y ese negocio para el PP se pagará con el dinero de todos los españoles.
Hay que tener en cuenta que el presidente de la comisión es quien marca la agenda y también las reglas de juego durante las comparecencias, además de manejar en primicia toda la documentación. Su papel es decisivo, por tanto, para que la investigación vaya por unos derroteros u otros.
PP y PSOE, unidos
Resulta vergonzosa la pinza que han hecho en este asunto populares y socialistas para impedir que Podemos y Ciudadanos pudieran controlar estas comisiones. Dado que ambos son los responsables de lo ocurrido en las cajas de ahorro, comparten el mismo interés: salir lo mejor parados posible de la investigación parlamentaria. El viejo bipartidismo sigue imponiendo su rodillo para tapar las vergüenzas.
La maniobra del PP y del PSOE resta credibilidad a las comisiones de investigación antes siquiera de que se pongan en marcha, pero también demuestra su escaso interés de regeneración. Buscando el milagro de escurrir el bulto en la corrupción, le han comprado una vela a la virgen: la de la Candelaria.