La demagogia y el descaro de Rajoy en materia de corrupción alcanzaron el grado superlativo este miércoles en el Congreso cuando equiparó su citación como testigo en el caso de la financiación irregular de su partido con la de Margarita Robles en el caso Laza y Zabala. Y es así porque mientras la hoy portavoz socialista impulsó la investigación para que se esclareciera la verdad de los crímenes de Estado incluso a riesgo de perder su cargo, el presidente del Gobierno ha tratado de encubrir desde el primer momento una trama de la que él mismo se ha beneficiado.
No debe extrañar, por tanto, que Rajoy no mencionara en ningún momento del debate ni la palabra "Gürtel" ni el nombre de Bárcenas, como si no hubieran existido jamás o como si el debate de la corrupción no fuera con él. Y tampoco puede sorprender el enfado de Robles, que resumió su indignación ante los suyos con una frase rotunda: "Yo nunca le envié mensajes de apoyo al general Galindo".
Tampoco oye las preguntas
Los portavoces de los principales grupos de la oposición estuvieron acertados en sus intervenciones. Margarita Robles atinó al afearle al presidente del Gobierno que no dijera la verdad cuando negó la financiación ilegal del PP o al recordarle que envió los SMS de apoyo al tesorero del partido cuando era conocido que tenía dinero en Suiza.
Pablo Iglesias acorraló a Rajoy planteándole seis preguntas muy concretas que podían ayudar a esclarecer su implicación personal en la trama: desde en qué momento conoció que existía financiación irregular, a su opinión por personas como Ana Mato o Rodrigo Rato. Rajoy se hizo el sordo, como con los pitos y las injurias al Rey en Barcelona, y aunque Iglesias, en la réplica, repitió pacientemente las seis preguntas, no obtuvo respuesta.
El pleno, un formato favorable
Seguramente el más sagaz fue Albert Rivera, que consciente de que Rajoy iba a convertir la sesión en "un mitin", aprovechó su tiempo en la tribuna para colocar su agenda regeneracionista y llevar la iniciativa en este terreno. Con su anuncio de reforma de ley para limitar los mandatos del presidente del Gobierno puso nerviosos a los populares.
Rajoy se vio beneficiado por el formato elegido para pedirle que rindiera cuentas. En el pleno, sus adversarios tenían un límite de 15 minutos en las intervenciones -incluyendo la réplica- y él no. Tampoco estaba obligado a responder concretamente a las preguntas, a diferencia de lo que ocurre en las comisiones de investigación. Sí fue hábil al plantear que, en las actuales circunstancias, tras los ataques terroristas en Barcelona y Ripoll, y con el pulso al Estado que han lanzado las autoridades catalanas, los ciudadanos no entenderían que se hablara de otros temas. En todo caso, cabía esperar del presidente otra actitud, pero de Gürtel no dijo ni mu.