La muerte este lunes del pequeño Manuel y el incidente del pasado fin de semana en el que algunos guardias civiles se vieron obligados a disparar al aire para protegerse del ataque de un elevado número de delincuentes, son los dos últimos sucesos de la escalada de violencia que ha ido creciendo imparablemente en el Campo de Gibraltar.
La tensión que genera el narcotráfico en un entorno deprimido que ve en el negocio de la droga una forma de sobrevivir al paro endémico que sufre esta zona del sur de España, y la falta de recursos, humanos y materiales, de unas fuerzas de seguridad cansadas de no poner combatir a los delincuentes en igualdad de condiciones, ha llevado a que en determinados círculos se empiece a conocer el Campo de Gibraltar como Narcolandia.
Fuerzas policiales bajo mínimos
“El narco se ha envalentonado”, declaró este martes el alcalde de Algeciras que pedía hombres y material para combatirlo. ¿Hombres? Lo cierto es que las fuerzas policiales están bajo mínimos como lo demuestra, por ejemplo, el hecho de que de las 15 embarcaciones de las que disponen en la zona sólo se pueden utilizar a la vez dos, sólo dos porque no hay agentes para más. ¿Material? El narco siempre lleva lo último y la Guardia Civil se tiene que conformar con lo penúltimo; otro ejemplo: las embarcaciones policiales no superan los 32 nudos y las narcolanchas se van hasta los 50, y por ello tratar de cazarlas en alta mar es misión imposible.
Con todo ello, los agentes se tienen que conformar con “cabrearlos” de vez en cuando y esperar a que los servicios de información detecten, como así sucede, grandes movimientos de droga.
Días atrás un alto cargo de Interior se reunió con la cúpula de las fuerzas de seguridad de Algeciras y les invitó a poner en marcha un “ambicioso plan de choque” para tratar de frenar el auge del narcotráfico en el Campo de Gibraltar. Cuando uno de los jefe policiales le preguntó que con cuantos refuerzos podían contar, el político se quedo pasmado: “¿Refuerzos? Ninguno”.
El hachís de Marruecos y la cocaína de Algeciras
Los narcos han dado un salto de calidad para afianzar sus posiciones en la zona ante la pasividad demostrada por el Estado en la lucha contra el tráfico de drogas. Ahora, atacan a cara descubierta a policías y guardias civiles y los mantienen a raya y vigilados cuando debería ser al revés; los reciben a tiros cuando llegan a por ellos, los apedrean si es necesario y los embisten con todo tipo de armas como pasó este fin de semana; hasta asaltan hospitales, a plena luz, para liberar a alguno de los suyos
Hay que tener en cuenta que en el corazón de la zona está Algeciras y al otro lado del Estrecho, Marruecos. En nuestro vecino del sur se encuentran las mayores plantaciones de hachís del mundo y en uno de los mayores puertos de Europa la cocaína entra de cien en cien kilos en contenedores. Demasiada provocación para una zona donde el paro puede afectar al 40% de la población y el juvenil oscila entre el 60 y el 65%.
Los niños ya no quieren ser Messi
Por ello es necesario señalar que el problema del narcotráfico en el sur de España, donde el paro arrasa, no se soluciona únicamente con acciones policiales. Más ejemplos: un buen conductor de narcolanchas puede ganarse entre 30 y 40.000 euros en un solo viaje. Un simple ‘punto’ –los muchachos que se dedican a vigilar los espigones y los movimientos policiales– se embolsa entre 1.500 y 2.000 euros por noche. No hay sueldos equivalente en toda la zona.
Todo esto hace que el dinero fácil y negro lo inunde todo y desvirtúe la economía real de la zona. Hay barriadas enteras de La Línea en las que todos sus habitantes se dedican al negocio. Además, se unen en cooperativas y abren negocios legales para blanquear los beneficios que les deja el ir y venir a Marruecos. Profesores de la zona denuncian que los niños ya no quieren ser Messi sino narcotraficantes como sus padres; y que cuando van al colegio visten como ellos –chándal caro, zapatillas de marca, bolsos de mano– y que en la fiestas de cumpleaños las tartas ya no se adornan con Mickey Mouse sino con la imagen de un helicóptero persiguiendo a una narcolancha. La cultura narco ha llegado al Campo de Gibraltar, y quien sabe si para quedarse si no se hace nada para evitarlo.