Pedro Sánchez ha hecho lo que debe hacer el líder del principal partido de la oposición tras la demoledora sentencia del caso Gürtel: presentar una moción de censura contra Mariano Rajoy, un presidente del Gobierno marcado por la corrupción y a quien el fallo de la Audiencia Nacional tilda de mentiroso. Un hombre perdido que ya no cuenta ni con la autoridad política ni con la autoridad moral para seguir al frente del país.
Rajoy ha rozado este viernes el patetismo cuando ha intentado ponerse por encima de la Justicia, amparándose en el buen momento económico y en los recientemente aprobados Presupuestos Generales del Estado. Vamos, como si con ello pudieran borrarse de golpe las verdades contundentes que contra su partido –“eficaz sistema de corrupción institucional”– pueden leerse en la sentencia. O como si los votos eliminaran todas las tropelías que se describen a lo largo de más de 1.600 folios.
Sánchez, todo o nada
La continuidad de Rajoy sería la demostración palpable del fracaso de las instituciones. El pavor que le produce al presidente su horizonte judicial cuando salga de la Moncloa –y pierda su condición de aforado– le hace aferrarse al sillón sin importarle si con ello arrastra a la Presidencia del Gobierno a unos niveles de deterioro y devaluación incompatibles con nuestra democracia.
La apuesta de Sánchez, que busca obligar a definirse a Albert Rivera, es a todo o nada en un momento en el que su partido no despierta más que indiferencia, el peor de los sentimientos en política. El líder del PSOE cree que con la posibilidad de ser presidente, que entusiasma a quienes le auparon a la secretaría general hace ahora un año, su partido volverá a tener un espacio propio.
Ciudadanos es consciente de que Rajoy no debe seguir al frente del país. Pero no quiere darle a Sánchez esos meses que el socialista quiere vivir en Moncloa antes de convocar elecciones; ni se unirá a nada que cuente con el apoyo de los independentistas. Por el contrario, la solución del partido naranja pasa por que sea el propio presidente del Gobierno el que dé por finalizada la Legislatura y llame a la urnas.
Contubernio ingobernable
La mejor solución para España pasa por un acuerdo entre Sánchez y Rivera. Sánchez debería añadir a su moción de censura una fecha electoral concreta y cercana, exactamente lo mismo con lo que estuvo de acuerdo cuando se activó en Cataluña el artículo 155 de la Constitución. Y Rivera, apoyar este escenario y permitir el acceso del socialista a la Presidencia del Gobierno aunque sea por unos pocos meses.
Si no se produce este acuerdo, a la moción de censura sólo la salva un contubernio formado por PSOE, Podemos y todos los grupos separatistas, incluido el de Puigdemont y Torra. Sería inenarrable que después de apoyar los PGE y sacarle al Gobierno hasta las entretelas, el PNV se fuera ahora con Sánchez. Éste conglomerado desalojaría a Rajoy pero a cambio dejaría un parlamento ingobernable. Y esto ni lo desea la ciudadanía ni lo permitiría un sector del PSOE que probablemente se revolvería contra su secretario general. Ciudadanos también teme que este escenario pudiera facilitar el indulto de los golpistas catalanes.
Lo peor que podría pasar es que no pasase nada y Mariano Rajoy volviera a sobrevivir a sus miserias. PSOE, Ciudadanos y Podemos –que ya ha dejado claro su apoyo para desalojar al PP– deben aparcar sus diferencias para que se convoquen elecciones generales ya.