Este viernes se ha celebrado finalmente el encuentro entre el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, y el ex vicepresidente de la Generalitat y líder de ERC, Oriol Junqueras, en prisión preventiva por encabezar el golpe separatista del 1-O. La reunión, que ha durado dos horas y media y que ha tenido lugar en una sala confortable de la prisión de Lledoners sin límite previo de tiempo, deja varias lecciones.
La primera es que Pablo Iglesias no ha logrado arrancar del propio Junqueras el imprescindible compromiso de los suyos, de Esquerra, de apoyar en el Congreso el acuerdo presupuestario rubricado entre Unidos Podemos y el Gobierno de Pedro Sánchez.
Imagen por los suelos
La segunda lección es que Iglesias, que tanto alarde había hecho de ejercer como vicepresidente de facto, ha quedado desacreditado en el papel de mediador entre el Ejecutivo y los políticos presos. Es decir, que esa imagen de Iglesias de "puto amo" que le atribuyó el ex coordinador general del PP, Fernando Martínez Maíllo, es hoy por hoy inexistente.
Más allá de la infamia de que la aprobación de unas cuentas públicas tenga que negociarse en una cárcel -con la erosión que supone para el sistema democrático que un presidio se convierta en una especie de subdelegación del Gobierno-, queda claro que son los separatistas los que han salido ganando.
Cambio de actitud
Las declaraciones de Iglesias a la salida del encuentro, suscribiendo el argumentario de Oriol Junqueras e instando al Gobierno a "moverse" y a ofertar "gestos" a los golpistas es una prueba de ello. O en otras palabras, que los "gestos" pasan por presionar al poder judicial en favor de los presos.
Una vez que el Ejecutivo desautorizó tibiamente esta reunión, y en vista de este cambio de actitud de Pablo Iglesias, volcado ahora a las tesis de ERC para no desaparecer del foco, se evidencia lo voluble que son los socios de Sánchez. El gatillazo del líder de Podemos envalentona a los independentistas y deja al Gobierno, de nuevo, en la cuerda floja.