El incendio que ha devorado Notre Dame de París es una catástrofe nacional para Francia, pero con ella está conmocionado el mundo entero. Más allá de la pérdida de uno de los monumentos más visitados del planeta, ha quedado destruido el símbolo de la espiritualidad de Europa.

Las imágenes del desastre, transmitidas en tiempo real a los cinco continentes, han causado un impacto similar al del derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, si bien en este caso no hay que lamentar víctimas mortales. Todos recordaremos siempre dónde estábamos cuando la Catedral de las catedrales se convirtió en una pira ante nuestros ojos.   

Negligencia

La Fiscalía de París ha anunciado la apertura de una investigación para determinar las causas del siniestro, pero todo apunta a que está relacionado con las obras de rehabilitación que se estaban acometiendo en la parte superior del templo. Una negligencia ha podido acabar con esta joya, Patrimonio de la Humanidad.

Un dramático comunicado oficial del Gobierno francés informaba en la noche del lunes sobre las pocas probabilidades de salvar el edificio y que se trabajaba para intentar rescatar algunas de las obras maestras del interior. El propio presidente Macron seguía in situ los trabajos de extinción. 

Cenizas

Notre Dame es mucho más que la quintaesencia del gótico y el relicario de innumerables obras de arte. Bajo la luz de sus vidrieras se coronó emperador Napoleón y se beatificó a Juana de Arco. En la maraña de sus arbotantes, de sus gárgolas y de sus quimeras, Victor Hugo situó su inmortal Nuestra Señora de París que, no por casualidad, contribuyó a salvar en su día el monumento.

La pérdida de Notre Dame es una catástrofe, una mutilación para nuestra civilización y como tal se está sintiendo. Millones de lamentos y de mensajes de amargura en todo el mundo lloran hoy por la Catedral de Occidente, reducida a cenizas.