La historia de Borja, el héroe de Fuengirola que abortó el robo a una señora y mató a golpes al ladrón, ha abierto en España un profundo debate. Y no sólo por los ingredientes que concurren en el caso: la víctima era toxicómana y el homicida eludió a la Justicia ocultando los hechos a su entorno. Fue detenido cuando volvía a España tras viajar a Inglaterra después del suceso. Y luego está el uso político y mediático que determinados sectores han hecho del asunto.
Esta misma semana, y una vez conocida la sentencia por la que Borja fue condenado a dos años de prisión por un delito de homicidio grave, a Vox le faltó tiempo para lanzar una campaña de recaudación de microdonaciones para hacer frente a los 180.000 con los que debe indemnizar a las dos hijas de la víctima, suma que el condenado ha aceptado pese a las reticencias iniciales.
Legítima defensa
Cuando el partido de Santiago Abascal cerró la recogida de dinero, ya había conseguido su objetivo: convertir a Borja en un héroe y azuzar su deseo de modificar el Código Penal para que reconozca la figura de la "legítima defensa" en beneficio de terceros. Pretenden alimentar así el imaginario de que España es un país plagado de violencia por culpa de la marginalidad y de la inmigración, de la que la sociedad tiene derecho a defenderse.
Frente a esta versión, que ha encontrado un eco fácil en muchos medios, EL ESPAÑOL reconstruye hoy los hechos. Para empezar, Borja, y así lo recoge la sentencia, era "consciente de las graves consecuencias que podría causar" en la pelea con el ladrón.
Agresivo
El fallo demuestra también que Borja se despreocupó "del estado del agredido sin dar cuenta a la autoridad policial o sanitaria" y no detecta en su comportamiento "un animus exclusivamente defensivo" sino un "propósito agresivo". Es decir, que Borja se tomó la justicia por su mano. Ni siquiera la víctima no estuvo implicada "en un robo violento" y Borja, una vez recuperado el bolso robado a la señora, optó por "hacer uso de la violencia".
La historia no acaba ahí. Tal y como detalla hoy EL ESPAÑOL, una de las amigas que acompañaban al ahora condenado cuando acontecieron los hechos sufrió presiones por declarar ante las autoridades, extremo que no comentó a nadie por temor a "represalias" del círculo de Borja (porteros de discotecas, gente de la noche) como detalla la Policía.
Lecciones
Es evidente que aquí no estamos ante el conocido caso del profesor Jesús Neira -que fue golpeado tras salir en defensa de una mujer que estaba siendo agredida- y es conveniente extraer varias lecciones al margen de la polvareda mediática. La primera, que no estamos ante un error judicial. Por ello parece precipitado el paso dado por la Fiscalía de pedir el indulto para Borja. Al actuar así, se diría que está sobrepasada por una presión social que es hasta cierto punto comprensible.
Pero es que entre un gesto de coraje cívico -frustrar un robo- y el ensañamiento - golpear hasta la muerte- media un abismo. Y ahí hay que ser escrupulosos. Conviene que muchos hagan un examen de conciencia de lo barato -y lo nocivo- que resulta fabricar héroes.