La conquista del Campeonato del Mundo de Baloncesto por parte de España reúne todos los ingredientes de las grandes gestas. El principal, que se ha logrado contra pronóstico. Muy pocos confiaban siquiera en alcanzar medalla en Pekín, y a lo más que se aspiraba entre la mayoría de aficionados era a quedar como segunda selección europea del campeonato y lograr al menos así la clasificación para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
La Selección comenzó titubeante, pero fue creciendo en cada partido. Hubo una semifinal de infarto contra Australia con dos prórrogas que ya es historia del baloncesto. Y la final fue una exhibición contra Argentina, que había destrozado a la poderosa Francia en la lucha por el oro.
Desde la base
El triunfo de Pekín tiene un enorme significado. Vuelve a demostrar que no se agotan las generaciones de grandes baloncestistas españoles, lo cual dice mucho de cómo se trabaja el deporte de la canasta desde la base. Hay que tener presente que esta vez no acudieron a la cita Pau Gasol, Serge Ibaka, Sergio Rodríguez o Felipe Reyes, indiscutibles para cualquier equipo.
Han pasado 13 años del anterior campeonato del mundo logrado por aquella otra Selección mágica liderada por los Pau Gasol, Jorge Garbajosa, Juan Carlos Navarro y compañía, con Pepu Hernández al frente. Ahora, como entonces, los jugadores han mostrado ser un bloque, una verdadera familia más que un equipo, un grupo cohesionado y solidario que ha creído en su potencial.
Sus nombres
La labor del seleccionador, Sergio Scariolo, minimizando las virtudes de los rivales y explotando al máximo las capacidades propias ha sido fundamental. Junto al suyo, quedan esculpidos ya en letras de oro los nombres de Rudy Fernández, Juancho y Willy Hernangomez (otra vez dos hermanos), Marc Gasol, Ricky Rubio, Oriola, Claver, Llull, Pau Ribas, Quino Colom, Rabaseda y Beirán.
Con ellos han triunfado todos aquellos que, en un país de bajitos, creyeron en un deporte maravilloso que parecía reservado a otros: desde los Díaz Miguel a Corbalán, desde Buscató a Fenando Martín y tantos y tantos otros.
Las grandes hazañas deportivas, como esta de China 2019, siempre son un estímulo y una vitamina para el país ganador, más si cabe en los deportes de equipo y cuando las dificultades políticas y sociales, como es nuestro caso, son de sobra patentes. Desde luego nuestra ÑBA es un ejemplo a seguir de cómo unirse para un objetivo común y cómo superar dificultades.