La Cumbre del Clima que comienza hoy en Madrid es una gran ocasión para que se visualice a nivel institucional lo que es un clamor en la sociedad a todos los niveles. Los políticos se están subiendo al movimiento con mayor o menor pereza, pero es indudable que ya han advertido que las iniciativas verdes les resultan rentables, al menos en clave electoral.
Si los jóvenes llenan las calles del mundo entero con manifestaciones y reclamos a sus líderes, si las grandes empresas incluyen los llamados criterios ESG (medioambiental, social y de buen gobierno, por sus siglas en inglés) en sus estructuras no es sólo porque los científicos lleven años alertándonos. Es también porque los efectos del cambio climático ya los estamos percibiendo: la desertización avanza en las regiones áridas del planeta, los fenómenos meteorológicos se tornan extremos, y ya se considera una realidad política la figura del "refugiado climático".
El objetivo principal de este encuentro es que los países pasen a la acción y que presenten planes climáticos más ambiciosos. Como dijo este domingo el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, "ya no queda tiempo que perder". Ese mensaje lo ha entendido la sociedad, y la joven activista Greta Thunberg, más allá de las polémicas que rodean su figura, ha sabido captar la atención global por su manera de expresarse ante quienes son responsables del legado climático que dejemos a las nuevas generaciones.
Objetivos
Lo cierto es que la propia secretaria de la ONU sobre Cambio Climático, Patricia Espinosa, admite que "no se debe esperar avances significativos en nuevos compromisos" como balance de esta reunión que durante 12 días convoca a más de 25.000 personas en Madrid. Y no sólo porque las grandes potencias del planeta -EEUU, China, Reino Unido o Arabia Saudí, entre otros- se hayan desmarcado en mayor o menor medida de este clamor global. También porque el objetivo principal es que los países aclaren sus planes concretos de cara a 2020, cuando se activará el Acuerdo de París.
Pero esta reunión servirá, sin duda, para reforzar el compromiso de la opinión pública con un nuevo modo de consumir, con la exigencia extendida a las empresas para que implementen una nueva manera de producir, y con el reclamo a los líderes para que ideen nuevos entornos legales que entiendan que la crisis climática -tal como acaba de ser declarada en la primera sesión del nuevo Parlamento Europeo- puede entenderse como una oportunidad: industrial, tecnológica y de empleo.
El Gobierno de España ha exhibido responsabilidad y agilidad asumiendo en tiempo récord la organización de una Cumbre que debía celebrarse en Chile. En poco más de un mes, la ciudad de Madrid ha demostrado -con la colaboración de la administración central, autonómica y local- la capacidad logística de nuestro país y la conciencia colectiva de un objetivo que es de todos.