Para encontrar una tensión racial similar a la que hoy se vive en los Estados Unidos hay que retrotraerse a los episodios sufridos en la ciudad de Los Ángeles en 1992, que dejaron 54 muertos y 2.000 heridos. La espoleta fue la absolución de los cuatro policías blancos que apalearon a un taxista negro, hecho que fue grabado por un videoaficionado.
Las movilizaciones y las protestas contra la violencia policial por la agónica muerte de George Floyd en Minneapolis, tras ser detenido por intentar pagar con un billete falso de 20 dólares, dibujan hoy un retrato dantesco de una nación literalmente en llamas. El incendio ha llegado a las puertas de la Casa Blanca.
Hechos recurrentes
Los hechos demuestran que, tres décadas después de aquellos sucesos dramáticos de Los Ángeles, el país ha avanzado muy poco en integración. Y la violación de derechos por parte de algunos policías sigue siendo recurrente.
La forma en la que el presidente Donald Trump está gestionando la protesta en las calles tampoco ayuda a mejorar la situación. De entrada, el agente que torturó a Floyd hasta la muerte sólo fue detenido cuando la indignación social era imparable. De momento, las algaradas se han llevado tres vidas y los saqueos y los disturbios están a la orden del día.
Voto reaccionario
Con las presidenciales a la vuelta de la esquina, parece que Trump ha decidido congraciarse con el voto más reaccionario de la América profunda. Calificar todas las protestas, violentas y pacíficas, como un mismo movimiento organizado y trasladar a los gobernadores de los 50 estados de la Unión que es un error no utilizar a los reservistas del Ejército es la prueba de cómo Trump afronta este drama social.
La estampa, inédita, de la Casa Blanca con las luces apagadas, rodeada de manifestantes y con su inquilino refugiado en la parte bunkerizada del Ala Este es sintomática de cuál es hoy la situación. Para empeorar aún más las cosas, hay temores fundados de que las concentraciones contribuyan a un rebrote del coronavirus, algo que agravaría la crisis y el malestar en la sociedad estadounidense.