Finiquitadas las elecciones autonómicas catalanas se abre un periodo de casi dos años sin comicios de ningún tipo hasta las autonómicas andaluzas de finales de 2022.
Concluye así un periodo de casi dos años de inestabilidad en el que los dos grandes partidos españoles han saltado de campaña en campaña. Dos años donde varios grandes pactos de Estado han sido aplazados con el objetivo de no perjudicar las expectativas electorales de PP y PSOE.
La renovación del Consejo General del Poder Judicial, la de la cúpula de RTVE y la del Defensor del Pueblo son tres de esos grandes pactos.
Sin la presión que supone la celebración de comicios, PP y PSOE no tienen ya ninguna excusa para no llegar a acuerdos que, como ha recalcado la Secretaría de Estado de Comunicación, ayuden al "reforzamiento institucional" que necesita el país.
Como explica hoy EL ESPAÑOL, Pedro Sánchez ha ofrecido a Pablo Casado cogobernar TVE para desbloquear la renovación del Poder Judicial. El ofrecimiento supone un desafío a Pablo Iglesias, que nunca ha ocultado su deseo de controlar los medios de comunicación públicos.
Pero ligar la renovación del CGPJ a la de RTVE es una fórmula inteligente para desbloquear tanto la una como la otra.
Fuera presiones
Las elecciones catalanas han tenido diferentes desenlaces para el PSOE y para el PP. El éxito del primero contrasta con el relativo fracaso del segundo.
Pero quizá sea Pablo Casado el más aliviado hoy. Porque sin la presión de una campaña electoral y la continua amenaza de Vox a cuestas, el presidente del PP podrá afrontar con serenidad unas negociaciones de Estado cruciales para el futuro del país.
La renovación del CGPJ, en concreto, depende en exclusiva de PP y PSOE dado que implica una negociación entre grupos parlamentarios, no entre el Gobierno y la oposición.
Tiene razón entonces Casado cuando exige mantener a Podemos alejado del pacto por la sencilla razón de que sus votos no son en absoluto necesarios, como no lo son los de Vox.
Pero el posible sentimiento de agravio de Podemos no es problema de Casado. Tampoco lo es, en realidad, el de Vox. Una amenaza, la del partido de Santiago Abascal, que no debe obviarse, pero tampoco exagerarse por sus resultados electorales en Cataluña.
Casado debe actuar en relación con Vox como actuó el PSOE a partir de 2016, cuando la posibilidad de un sorpaso de Podemos parecía más posible que nunca. Es decir, fingiendo que este no existe. El PP, además, es uno de los dos grandes partidos del escenario político español y no puede actuar de forma reactiva frente a los ataques de su rival por el flanco derecho.
Hora de pactos
La labor del PP es entenderse con el PSOE, no esquivar los grandes acuerdos de Estado que tanto necesita España (para afrontar con una cierta tranquilidad institucional la crisis financiera que nos espera) por miedo a la reacción de Santiago Abascal y los suyos.
Ha llegado, en fin, la hora de los grandes pactos de Estado.
Unos pactos que, más allá de su evidente necesidad institucional, le convienen al PP incluso desde un punto de vista estrictamente tacticista. Porque nada agraviará más, y nada ahondará más en la brecha que separa ya a PSOE y Podemos, que la firma de esos acuerdos entre Pablo Casado y Pedro Sánchez.
En primer lugar, por el hecho del pacto en sí. Porque nada ansía más Podemos que sumir a España en una perpetua inestabilidad institucional. Y prueba de ello son los disturbios provocados en Cataluña y Madrid por el encarcelamiento de Pablo Hásel.
Y en segundo lugar, porque esos pactos mostrarán a los españoles que la gran coalición de gobierno entre PP y PSOE, habitual en otros países europeos, no es imposible en España. Una gran coalición que convertiría en innecesarios los votos de Podemos y los nacionalistas.