Pablo Iglesias se sentará este martes por última vez en el Consejo de Ministros. El líder de Podemos pasará entonces a convertirse en candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid a tiempo completo, apenas catorce meses después de que Pedro Sánchez le nombrara vicepresidente segundo del Gobierno, en enero de 2020.
Las razones de su espantada, que el mismo presidente conoció sólo unos minutos antes de que Iglesias hiciera público el vídeo con el anuncio, han sido materia de debate durante las dos últimas semanas.
Aburrimiento, impotencia, incapacidad, desesperación y venganza han sido esgrimidas como posibles causas de una decisión que tiene visos, si los actuales sondeos preelectorales en Madrid se confirman, de acabar mal para Podemos.
Lo que sí parece seguro es que Iglesias, que se ha visto obligado a dimitir antes de lo que él quería, utilizará las semanas que restan hasta las elecciones para librar su última batalla política contra el PSOE: la de la ley de vivienda. De su desenlace dependerá, en buena parte, la suerte de Podemos en los comicios del 4 de mayo.
Pero la suerte parece echada antes de que se libre esa batalla. Porque Iglesias se irá de vacío del Gobierno y la ley de vivienda esquivará sus medidas estrella, y en especial la del control público de los precios del alquiler, en beneficio de las deducciones en el IRPF para el 85% de los propietarios españoles. Es decir, para los pequeños propietarios.
La ley de vivienda, en fin, no será conocida como la Ley Iglesias, sino como la Ley Ábalos. Y esa es la mejor noticia posible para los españoles.
La Barcelona de Colau
El líder de Podemos no dejará sin embargo pasar la oportunidad de delimitar su territorio a la izquierda del PSOE dando la batalla por esa futura ley de vivienda. Una ley que debería haberse presentado hace dos meses, de acuerdo con la literalidad del pacto de los Presupuestos Generales firmado por los socialistas y el partido morado, pero que ahora podría retrasarse una vez más hasta después de las elecciones del 4 de mayo.
Los desacuerdos entre el ministerio de Transportes, encabezado por José Luis Ábalos, y Pablo Iglesias han sido constantes a lo largo de las últimas semanas.
El principal de los escollos es el del precio de los alquileres, que Podemos pretende techar desde el sector público.
Una medida que ha tensionado el mercado del alquiler y expulsado de él a las rentas bajas en aquellas ciudades donde se ha aplicado y que extendería el fracasado modelo barcelonés de vivienda de Ada Colau y la Generalidad al resto del país, provocando serios daños en el sector y consiguiendo un efecto opuesto al que se pretende.
Destrozos ejemplificados en esa reducción en Cataluña de un 10,2% en la oferta de pisos en alquiler desde la aprobación de la llamada Ley de medidas urgentes en materia de contención de rentas. Los precios, además, apenas han variado en Barcelona y los 60 municipios donde la Generalidad ha intervenido el mercado.
Según Idealista, en el mismo periodo, el stock de viviendas ha aumentado en cambio un 1,7% en Madrid. Las dañinas consecuencias de una hipotética ley de vivienda al gusto de Podemos ya han sido analizadas por EL ESPAÑOL.
El camino que debería seguir esa futura ley de vivienda parece, en fin, claro: en sentido contrario al de Cataluña, Barcelona y Podemos.
Medidas de alivio fiscal
Pero también hay diferencias entre PSOE y Podemos en torno a los desahucios (es decir en torno a la okupación, que Podemos pretende normalizar) y en el gravamen de las viviendas vacías.
También las hay en torno a las medidas de alivio fiscal a los propietarios, que Podemos considera inaceptables y que el ministro Ábalos defiende como una de las propuestas "más avanzadas de Europa". Unas medidas que tendrían la virtud de incentivar el mercado del alquiler y que dejarían en manos de la ley de la oferta y la demanda, y no en las de un planificador gubernamental, la regulación del sector.
Es de prever que Iglesias, acosado por unos sondeos poco halagadores y por la resolución de la Junta Electoral de Madrid, que le ha acusado de violar la normativa electoral al anunciar su candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid desde su despacho de vicepresidente, pretenda ejecutar su canto del cisne político dejando para la posteridad una ley de vivienda al gusto del electorado más radical de Podemos.
Pero nada sería más perjudicial para el sector de la vivienda, y para aquellos españoles con dificultades de acceso a él, que una normativa al gusto de los morados.
Si Pablo Iglesias ha de ser un ministro sin legado político, que lo sea. No será el primero ni el último.