Por momentos, la calculada ambigüedad de las palabras del secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Luis Argüello, recordaron ayer al fariseísmo de esa parte de la Iglesia que durante los peores años del terrorismo etarra equidistaba entre los asesinos y sus víctimas con apelaciones retóricas a la concordia.
A nadie escapa que el velado apoyo de la CEE al "diálogo" defendido por los obispos nacionalistas catalanes agrupados en la Conferencia Episcopal Tarraconense supone, en la práctica, un espaldarazo a los indultos.
Algo evidente desde el momento en que esa palabra, diálogo, tiene un significado muy concreto en el escenario político español. Un significado que no es precisamente el de una conversación entre iguales, sino el de una negociación torcida en la que una de las partes sólo exige, sin ofrecer nada a cambio, y a la otra sólo le cabe conceder o sufrir las consecuencias de su negativa.
"Los indultos ya se han producido" ha dicho Argüelles. "Nosotros hemos querido hacer un ejercicio en la CEE, de la que formamos parte obispos con diversas sensibilidades y diversas opiniones, sobre cómo podría organizarse la vida política y social. Hemos querido profundizar en la nota de los obispos catalanes para desde ella extraer unas consecuencias que seguramente ponen acentos distintos. Pero nosotros estamos, como los obispos catalanes, por el diálogo".
El timing perfecto
La declaración de los obispos españoles se produce cuando la campaña de la renta ha llegado prácticamente a su fin y las consecuencias de sus palabras apenas tendrán un impacto marginal en la cantidad que la CEE recibe cada año de los españoles.
El timing de la CEE ha sido, en fin, perfecto para sus intereses. Porque su postura se compadece mal con los datos que arroja cada año la declaración de la renta. En Cataluña, apenas el 17% de los ciudadanos marca ya la casilla de la Iglesia, por entre el 24 y el 48% que la marca en el resto de las comunidades.
El porqué de esa crisis es obvio para cualquiera que conozca el estado de la Iglesia en Cataluña y tiene que ver con el perfil nacionalista cada vez más radicalizado de esos curas catalanes a los que se ha puesto al frente de las llamadas "parroquias de referencia". En Cataluña, además, cada vez resulta más difícil asistir a una misa en español.
Mientras, las comunidades cristianas más activas y resilientes en Cataluña, casi siempre lideradas por curas no nacionalistas, han sido forzadas a convertirse en centros de culto. Es decir, en espacios que sólo darán servicio los domingos.
La complicidad de la Iglesia catalana con el nacionalismo es una evidencia de la que en EL ESPAÑOL hemos dado cuenta anteriormente. Como explicaba Crónica Global en agosto de 2019, Carles Puigdemont y Quim Torra regaron con 5,1 millones de euros al clero catalán. Los más beneficiados por la generosidad del separatismo fueron la Abadía de Montserrat y los obispados de Solsona y Tarragona. El más castigado, el rebelde arzobispo de Barcelona.
A la vista del perfil del fiel español, la CEE no podría haber escogido peor asunto para exhibir una incomprensible equidistancia entre los ejecutores de un golpe contra el orden constitucional (a los que, como explica hoy EL ESPAÑOL, el Gobierno ha concedido un perdón personalmente inmerecido en al menos cinco de nueve casos) y las víctimas de ese golpe.
Campo de juego
La afirmación de la CEE de que la Constitución "no es un dogma" pero sí "un campo de juego" no puede encajar mejor en las pretensiones del separatismo.
Que el equilibrismo de la CEE entre las pretensiones del nacionalismo y las de aquellos que defienden la soberanía nacional beneficia a las tesis favorables a los indultos lo demuestra el hecho de que una buena parte de la prensa afín al Gobierno no ha perdido la ocasión de señalar que la postura de los obispos españoles "deja solo a Pablo Casado frente a los indultos".
La decepción entre los fieles españoles se hizo ayer evidente en las redes sociales, donde muchos afirmaban que el año que viene no marcarán la X de la Iglesia en su declaración de la renta. Es posible que la CEE haya pensado, como Pedro Sánchez, que un año es un plazo muy largo de tiempo y que dentro de nueve o diez meses los fieles no recordarán su apoyo a los indultos y al diálogo con los golpistas.
Pero quizá los obispos españoles descubran en 2022 de que la memoria de los fieles españoles es ligeramente más robusta que la de los votantes socialistas.