Desde el primer minuto de la operación de evacuación que se está desarrollando desde hace una semana en Kabul se supo que sería imposible sacar de Afganistán a muchos de los colaboradores de los ejércitos y las embajadas occidentales.
El presidente Pedro Sánchez lo recordó ayer cuando afirmó que la misión se había "cumplido" (España ha sacado a 2.000 personas de Kabul, casi cuatro veces más que las previstas inicialmente), pero que esta no ha sido "la última misión". "Quedan muchas más, porque hay mucha tarea por hacer durante los próximos meses y años".
El Gobierno trabaja ya, en coordinación con la UE, en la exploración de vías alternativas para la evacuación del personal que no ha podido ser sacado del país en esta primera fase de la operación de rescate. La posibilidad de que eso se haga a través del aeropuerto de Kabul está por ahora descartada, al menos a corto plazo.
Y de ahí que el Ejecutivo no se haya cerrado a la posibilidad de negociar con los talibanes, en coordinación con la UE, la posibilidad de que estos permitan sacar del país en el futuro a las personas que se han quedado atrás.
Dicho de otra manera. Reconocimiento diplomático al nuevo Gobierno afgano, no. Negociación puntual para el rescate de personas concretas, sí.
Idealismo versus realismo
El de la negociación con terroristas es un debate que cuenta con un largo recorrido y que cuenta con tantos argumentos a favor como en contra. En esencia, el debate se resume en dos posturas. La idealista (negociar con terroristas es inmoral y además incentiva nuevos actos de terrorismo) y la realista (si el objetivo es salvar vidas, negociemos ahora y crucemos el río de las supuestas consecuencias cuando lleguemos a él).
En este caso, el Gobierno español no estaría negociando a partir de un chantaje terrorista, como fue el caso del secuestro de Miguel Ángel Blanco, sino para sacar de Afganistán a personas que sufren el riesgo de ser represaliados por los talibanes.
Los talibanes no están amenazando por tanto con matar a sus rehenes para conseguir una concesión del Gobierno español o del resto de gobiernos de la UE. Es la UE la que se plantea pedir una prórroga puntual de ese periodo de tiempo en el que los talibanes han permitido las operaciones de evacuación.
La negociación, que EL ESPAÑOL apoya, sería en la práctica una réplica de las que se han llevado a cabo por parte de los Estados Unidos con el liderazgo político de los talibanes con sede en Doha, en Catar. Porque si las operaciones de evacuación se han podido llevar a cabo hasta ahora no ha sido por un acto de fuerza internacional de los aliados occidentales, sino fruto de la negociación con los talibanes.
Interlocutores, no socios
El aeropuerto de Kabul pasará en breve a manos de los talibanes, que serán los que determinen en el futuro qué vuelos comerciales, o de otro tipo, pueden aterrizar en la capital afgana. También esos vuelos, por más que el país entre en una fase de relativa estabilidad, deberán ser negociados con los talibanes.
El Alto Representante de la UE, el socialista español Josep Borrell, fue muy criticado hace unos días tras afirmar que los talibanes han ganado la guerra y que "no queda más remedio que tenerles como interlocutores".
Interlocutores, no socios. La distinción no es banal.
El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, recordó ayer, entrevistado por La 1, que los países europeos y los de la misión OTAN "debemos continuar extrayendo a nuestros colaboradores afganos". "Nadie se plantea contactos políticos con los talibanes. Pero contactos operativos, si es necesario, con aquellos que acaben controlando el aeropuerto y las fronteras, eso es algo que hemos de analizar en el seno de la OTAN y de la UE".
Es el planteamiento correcto. Negociaciones concretas y puntuales en coordinación con la UE y la OTAN para la salvación de vidas humanas. En este caso, el fin sí justifica los medios.