Existe una regla no escrita en el PP de Madrid que dice que el presidente de la Comunidad es siempre el presidente regional del partido salvo en periodos de interinidad.
Así fueron presidentas del PP madrileño Esperanza Aguirre entre 2004 y 2016 y Cristina Cifuentes entre 2016 y 2018. También lo fue, aunque en calidad de interino, Ángel Garrido, coincidiendo con el periodo en que ejerció como presidente de Madrid.
Y de ahí el error de Pablo Casado cuando hace una semana decidió abrir la batalla por la presidencia del PP de Madrid incluyendo al alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, en una carrera a la que hasta ese momento sólo se había presentado una corredora: Isabel Díaz Ayuso.
El anuncio de Casado, en el que Almeida pareció un sorprendido convidado de piedra, ha generado un problema allí donde había una solución, tensionando al partido en una comunidad que se había convertido en el mascarón de proa de las políticas liberales más exitosas del PP.
La entrevista a la expresidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre en la que esta se posiciona de forma clara a favor de Isabel Díaz Ayuso, publicada ayer por El Mundo, ha tenido la virtud de visualizar lo absurdo del debate.
"Ponerle trabas internas a Ayuso es ayudar a Sánchez" dice Aguirre en esa entrevista. "Que no digan tonterías los niñatos que intoxican en Génova" ha añadido luego la expresidenta madrileña. Al mensaje ha replicado Teodoro García Egea aludiendo a "la corrupción del PP madrileño".
¿A quién beneficia este cruce de declaraciones si no es al PSOE, a Podemos y, sobre todo, a Vox?
Un sólido liderazgo
El liderazgo y la popularidad de Ayuso en la Comunidad de Madrid no son coyunturales. La presidenta de Madrid consiguió un éxito arrollador en las elecciones del 4 de mayo y ese, y no otro, ha sido el principal factor que ha disparado al PP en todas las encuestas. Un PP que, recordemos, venía de estrellarse en Cataluña y al que Vox parecía tener a tiro en los sondeos hace apenas un año.
Cuando el alcalde de Madrid fue nombrado portavoz nacional del PP en agosto de 2020, muchos analistas lo interpretaron como la patada hacia arriba con la que Génova intentaba mantener a raya a uno de los líderes populares con más futuro. Es decir, a uno de los posibles candidatos a relevar a Pablo Casado como líder del partido a medio o largo plazo.
Ahora, la dirección del partido lanza a Almeida a una batalla a la que este no se ha presentado voluntario en contra de una Ayuso cuya fama llega ya hasta el extranjero, donde medios de relevancia internacional le dedican reportajes y editoriales, donde recibe premios por su gestión de la epidemia y donde se la entrevista en las principales cadenas de televisión en horario de máxima audiencia.
Incompatibilidad de cargos
Almeida es uno de los principales activos del PP y sería un claro candidato a presidir el partido si ese liderazgo no estuviera ya ocupado por Pablo Casado. Pero Almeida es, además de alcalde de Madrid, portavoz nacional del partido. Y esa responsabilidad orgánica como representante de todo el PP a nivel nacional es incompatible con la presidencia del PP del Madrid.
Quedan todavía nueve meses para el congreso del PP en 2022 y todo puede pasar durante este periodo de tiempo. Pero la batalla que ha abierto Génova entre dos de sus principales líderes nacionales sólo puede dañar al partido y enturbiar los éxitos, innegables, de las políticas de Ayuso y Almeida en la Comunidad y en la capital.
Es cierto que el peso de la Comunidad de Madrid es muy superior tanto política como mediáticamente al resto de las regiones. Es inevitable, por tanto, que el líder del partido en la región sea visto como una alternativa al liderazgo de Génova. Ocurrió, sin ir más lejos, con Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy.
Pero ni siquiera a Rajoy se le ocurrió incitar una batalla abierta entre Aguirre y Gallardón por la presidencia del partido. Si el objetivo de Génova es lastrar la pujanza de Ayuso, que sea consciente de que una batalla mal gestionada podría acabar con la perdida del Ayuntamiento y de la Comunidad. También daría alas a Vox.
Abriendo las hostilidades contra Ayuso, Pablo Casado contribuye además a visualizarla como alternativa a su liderazgo. Es un error político, táctico y estratégico del que el principal perjudicado serán Pablo Casado y el PP.