Este domingo 14 de noviembre de 2021 se cumplen 100 años del nacimiento del Partido Comunista de España (PCE), el resultado de la fusión, cuatro años después de la Revolución de Octubre de 1917, del Partido Comunista Español y del Partido Comunista Obrero Español.
El alzamiento bolchevique impactó de lleno en la España de la tercera década del siglo XX y provocó la radicalización de un movimiento obrero que a partir de ese momento, ya bajo la etiqueta de comunista, se convertiría en el protagonista de algunos de los sucesos más relevantes de la historia de España.
Es imposible hacer un juicio benévolo del comunismo como ideología política y teoría económica. En el primero de esos terrenos, el comunismo ha derivado en la práctica en regímenes dictatoriales en todos aquellos países en los que se ha impuesto, casi siempre por la fuerza de las armas y al precio de millones de vidas.
En el segundo de esos terrenos, el comunismo ha demostrado una llamativa incapacidad para generar riqueza y prosperidad. Una incapacidad producto de su muy deficiente comprensión de los rudimentos de la economía y de los incentivos humanos. Como dijo en cierta ocasión el biólogo estadounidense Edward O. Wilson, "el marxismo es una teoría interesante aplicada a la especie equivocada".
Pero el juicio histórico no debe ocultar el papel concreto que el comunismo ha jugado en España. Si el comunismo, como parte del Frente Popular, fue una de las fuerzas que contribuyó de forma muy significativa a los hechos que condujeron a la España de 1936 a una guerra civil, también fue uno de los protagonistas de la llegada de la democracia a la España de 1978.
Aprobación de la Constitución
La mitología del comunismo español habla de una historia de heroica resistencia antifascista en la clandestinidad tras la derrota frente al franquismo en 1939.
Exagerada o no dicha mitología, embellecida o idealizada en mayor o menor medida por sus protagonistas, lo cierto es que el comunismo fue una de las fuerzas políticas que sobrevivió a la larga noche de la dictadura y que participó de forma decisiva en la aprobación de una Constitución que ha dado a los españoles más de 40 años de paz y prosperidad.
No fueron fáciles para el comunismo los años posteriores. La llegada de la democracia y la llegada al poder del PSOE relegaron al comunismo a una relativa intrascendencia. IU nunca llegó a representar un peligro electoral para el PSOE y la caída del muro de Berlín en 1989 convirtió al comunismo en una ideología para un pequeño porcentaje de nostálgicos españoles anclados en el viejo mito de la resistencia contra el capitalismo.
La paradoja llega con la aparición de Podemos, un partido que, sin definirse de forma explícita como comunista, hace uso de la cosmovisión marxista, de su lenguaje y de algunos de sus lugares comunes (la lucha entre los de arriba y los de abajo) para, precisamente, derribar ese régimen del 78 que no habría sido posible en España sin el pacto del PCE con las fuerzas herederas del franquismo.
Poder institucional
El comunismo disfruta hoy, gracias a Unidas Podemos, de más poder institucional del que ha gozado jamás en democracia. Habría que retroceder, de hecho, hasta los años de la Guerra Civil para encontrar un PCE con un nivel similar de poder institucional. Concretamente, a septiembre de 1936, cuando Vicente Uribe y Jesús Hernández Tomás fueron nombrados ministro de Agricultura y de Instrucción Pública en el gobierno del socialista Francisco Largo Caballero.
El secretario general del PCE, Enrique Santiago, una persona que ha formado parte del equipo jurídico de la banda terrorista colombiana FARC, es hoy secretario de Estado para la Agenda 2030. Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y Economía Social, y vicepresidenta segunda del Gobierno, es también militante del PCE.
Hasta qué punto sobrevive la ortodoxia comunista y/o marxista en Unidas Podemos (e incluso en Más Madrid) es materia de debate. Los nuevos identitarismos basados en la raza y el género han ocupado el lugar que antes ocupaba la lucha de clases y los jóvenes de izquierdas parecen ser hoy más beligerantes en defensa de la libre autodeterminación del sexo que en la defensa de los derechos de los trabajadores.
De la transformación vivida por el comunismo da fe la obviedad de que si el representante de la extrema izquierda en 1978 hubiera sido Unidas Podemos en vez del PCE, hoy España no tendría una Constitución aprobada en las urnas por un 91,81% de los españoles. Quizá ni siquiera una democracia funcional. Y este detalle basta por sí solo para matizar el juicio histórico que se haga del PCE.