Hace tres semanas, el principal colectivo de presos etarras prometió el fin de los homenajes públicos a los terroristas que regresan a sus pueblos tras salir de prisión. El argumento que emplearon es que las víctimas pueden sentirse "heridas" por los ongi etorris, y se sumó a una campaña de gestos de la izquierda abertzale, dirigida por EH Bildu, que destilaba impostura y cálculo político.
No ha sido necesario esperar mucho tiempo para comprobar que el espíritu de ETA sigue en el corazón de la izquierda abertzale. El recibimiento entre vítores y aplausos de miembros de Bildu a Mikel Antza lo dice todo. El exjefe de ETA acudió a declarar por videoconferencia a los Juzgados de San Sebastián para responder sobre su implicación en el asesinato de Gregorio Ordóñez.
El juez de la Audiencia Nacional Alejandro Abascal le retiró el pasaporte y confirmó que Antza tuvo un "relevante papel" en el crimen contra el teniente de alcalde de San Sebastián y líder del PP en Guipúzcoa, al que un encapuchado disparó en la nuca cuando almorzaba en un bar con dos compañeros de partido.
La fiesta de la infamia que orquestó Bildu este martes y el silencio cómplice de Arnaldo Otegi sacan los colores al Gobierno de coalición. ¿Hasta cuándo va a asumir las humillaciones a las víctimas para no poner en riesgo el apoyo de los radicales y consolidar una mayoría en el Congreso?
Quimera
Se hace muy evidente que ni Otegi es un hombre de paz ni los colectivos de presos etarras son íntegros. La evolución de los proetarras hacia conductas democráticas sigue siendo una quimera.
Por más que el PSOE se esfuerce en sacar de la memoria la sangrienta historia de ETA, y por más que se imponga ignorar la amarga naturaleza del nacionalismo, la realidad es tozuda: Bildu no es un partido comprometido con la democracia ni es de fiar. "Nuestra solidaridad con Mikel Antza. La represión no es el camino para construir la tan ansiada convivencia democrática que merece Euskal Herria", tuiteó ayer.
Pocas lecciones de moderación y socialdemocracia podrá dar el Gobierno mientras asuma a Bildu como legítimo socio parlamentario. Un partido orgulloso de que se homenajee a un terrorista tres semanas después de renunciar públicamente a los ongi etorri.