El Gobierno español ha dejado claro hoy que no permanecerá impasible durante el probable enfrentamiento de la OTAN con Rusia, que lleva cocinando la invasión de Ucrania desde hace años.
La ministra de Defensa, Margarita Robles, confirmó ayer jueves que trasladará la fragata Blas de Lezo al mar Negro antes de que acabe la semana. También baraja participar en el despliegue aéreo de la OTAN en Bulgaria.
Ambos despliegues se sumarían al buque de combate que el Gobierno destinó a las costas del sur de Ucrania el pasado lunes.
Son mensajes inequívocos de que España cumple con su deber y está al lado de sus aliados en la defensa de una pequeña nación bajo la amenaza cada vez más real de ser aplastada por un gigante.
Por más que surjan voces disonantes dentro del Gobierno (las de Unidas Podemos) que tachan de “torpeza” este acto de coherencia con los principios de la OTAN, el Gobierno ha hecho lo correcto.
Porque España debe estar con sus aliados, incluso asumiendo la posibilidad de un desenlace fatal. El PP, por su parte, ha estado a la altura mostrando su apoyo total a la decisión del Gobierno, como no podía ser de otra manera.
Protección de la soberanía
Sería un error interpretar la decisión de España y del resto de miembros de la OTAN como un movimiento ofensivo. Porque el objetivo no es otro que disuadir a Moscú a la vista de la determinación expansionista de Vladímir Putin.
La OTAN, como organización defensiva, debe velar por la protección de la soberanía de Ucrania. Una soberanía que Rusia pretende cercenar, como ya hizo con la península de Crimea en 2014. A Ucrania, además, le asiste su "derecho inmanente de legítima defensa" en virtud del artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas.
Ni Estados Unidos ni Europa pueden mostrar debilidad ante Putin, que parece decidido a tensar al máximo las relaciones con el bloque occidental y a restaurar la hegemonía perdida tras la caída del comunismo en las naciones y los territorios antiguamente pertenecientes al Pacto de Varsovia.
No hay alternativa
Si algo ha demostrado el mandatario ruso es desprecio por las reglas que rigen las relaciones entre democracias. Ya no sólo con su asalto a la frontera polaca, perpetrada de la mano del régimen títere de Bielorrusia y utilizando a inmigrantes iraquíes como arma. También con ataques informáticos, así como fomentando la desestabilización en regiones como Cataluña y envenenando a opositores en suelo europeo.
La estrategia de confrontación diplomática y/o militar con Rusia puede tener un precio muy elevado. En un contexto de enorme fragilidad económica, cualquier decisión sobre el suministro de gas causaría estragos en el continente y España no sería ajena a ellos. ¿Pero qué otra alternativa queda a la vista del desarrollo de la crisis?
España, como miembro de la OTAN, debe defender Ucrania. Lo contrario sería un acto tan desleal como suicida. Sería reconocerse cordero a los ojos de un lobo.