"Tengo la conciencia muy tranquila, llena de agradecimiento, sin rencor ni frustración". Así se despidió ayer Pablo Casado de la presidencia del PP frente a la Junta Directiva Nacional del partido. Una Junta Directiva que, puesta en pie, le regaló el aplauso entusiasmado que los parlamentarios del Congreso le negaron la semana pasada.
Aunque la renuncia del todavía presidente aún no se ha formalizado (el futuro número uno, Alberto Núñez Feijóo, asumirá el mando del partido el próximo 2 de abril en Sevilla, durante el congreso extraordinario del PP), el discurso de ayer de Casado fue el de un hombre resignado a vivir como espectador su propio funeral.
Casado pidió perdón por los posibles errores cometidos durante los cuatro años de su mandato: "Lamento todo lo que haya hecho mal y la situación que han sufrido esta semana nuestros militantes y votantes". Pero también se lamentó Casado por la "injusta reacción que creo que no merezco" sufrida por parte de algunos sectores del partido.
Una poco velada referencia a Isabel Díaz Ayuso, aunque probablemente también a aquellos de sus fieles que le abandonaron y le negaron su apoyo tras la manifestación de 4.000 simpatizantes del PP frente a la sede de Génova el pasado 20 de febrero.
Apoyo a Feijóo
Casado continuará al frente del partido hasta el congreso del 1 y 2 de abril, aunque bajo la tutela de unos barones regionales que le han obligado a renunciar a presentarse como candidato en dicho cónclave. Finalmente, las tesis que han triunfado dentro del partido son las que pedían una candidatura única para evitar un nuevo duelo mediático en el peor momento posible para el PP.
Feijóo parece aunar, es cierto, el apoyo de una mayoría del partido. Su futuro liderazgo se basará, al menos en un primer momento, en dos alianzas clave. La pactada con la segunda ganadora de esta batalla, Isabel Díaz Ayuso. Y la pactada con el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, el tercer pilar de este nuevo PP.
El pacto entre Ayuso y Feijóo se ha visualizado en varios detalles significativos. El primero, el apoyo de Ayuso a la candidatura del gallego. El segundo, la renuncia de la presidenta de la Comunidad de Madrid a presentar ahora una hipotética candidatura a la presidencia del partido. El tercero, el apoyo sin fisuras frente a la prensa a Ayuso por parte de Feijóo, que expresó su total confianza en "la honorabilidad" de la presidenta.
Un nuevo PP
No sentó bien en algunos sectores del partido el duro discurso de ayer de Isabel Díaz Ayuso. La presidenta afeó que se haya lapidado el capital del partido cuando este "lo tenía todo: una izquierda debilitada y un centro-derecha fuerte". También pidió la expulsión del partido de los responsables de la campaña contra su hermano (en referencia a Teodoro García Egea) y deseó que ojalá Génova hubiera investigado con la misma saña a Pedro Sánchez que a ella.
Y no ha sentado bien porque Ayuso es la clara ganadora del órdago que Génova y ella se lanzaron mutuamente. Ni siquiera el rencor contra Teodoro García Egea, comprensible desde un punto de vista humano si son ciertas las tesis de la presidenta sobre la investigación a su círculo más íntimo, justifica un discurso tan beligerante durante la despedida del presidente Casado. No era el momento, en fin, de clavarle el cuchillo a un Teodoro que en la función de ayer sólo representaba un papel secundario.
El nuevo PP nace con dos ventajas innegables respecto al de los últimos meses: la aceptación quizá todavía no unánime, pero sí mayoritaria, de que la opción Feijóo es la mejor para el partido; y la pacificación y definitiva resolución de todas las disputas que Génova mantenía con los barones regionales y con la Moncloa.
Feijóo tiene un largo trabajo por delante, pero sólo le bastará despejar algunas incógnitas políticas (el pacto con Vox en Castilla y León, la fecha de las elecciones andaluzas, la presidencia del PP de Madrid y el acuerdo para la renovación del CGPJ) para que su camino hacia las elecciones generales de 2023 sea menos tortuoso que el que Pablo Casado tenía por delante.