Decía Jorge Valdano que el fútbol es una manta corta. Si te tapas los pies (la defensa) destapas tu cabeza (la delantera). Y si te tapas la cabeza, destapas tus pies. La metáfora aplica a ese Pedro Sánchez al que las elecciones andaluzas han dejado en el más incómodo de los escenarios. Con el centro en manos del PP y sus socios radicales maquinando un viraje a la izquierda que le deje en tierra de nadie.
El escenario es el peor de los posibles para el PSOE porque al batacazo en las urnas de los socialistas y de sus socios de gobierno se suma una mayoría absoluta del PP que condena a la irrelevancia a Vox. Un resultado de Juanma Moreno por debajo de los 55 escaños le habría obligado, en cambio, a negociar con Vox y, por lo tanto, alimentado el relato socialista de la "connivencia" y la "identificación" del PP con la ultraderecha.
Pero el pésimo resultado de Vox, que fantaseaba con superar los 20 escaños e incluso rozar los 25, ni siquiera le permitirá ese magro consuelo al PSOE, obligándole a replantear toda su estrategia de los últimos tres años. Ni la apelación a la lucha contra el fascismo moviliza ya a la izquierda, ni esa amenaza es creíble si el PP obtiene mayorías tan holgadas como para reducir a Vox a la intrascendencia.
El centro es popular
Más malas noticias para el PSOE. Prácticamente todo el voto que pierde Ciudadanos recala en el PP. El PP también gana voto de Vox por la recuperación de su imagen como partido hegemónico, e incluso del propio PSOE, que ha visto como 115.000 de sus votantes de 2018 se pasaban a los populares y otros 175.000, a la abstención.
Dicho de otra manera, el PP ha ocupado con autoridad el espacio de centro. Ese centro al que el PSOE renunció con su pacto Frankenstein y unas políticas muy alejadas de las necesidades y la tolerancia del español medio. Y lo ha hecho con una contundencia inesperada incluso en la propia sede de Génova, que habría considerado "excelente" un resultado muy inferior al que finalmente han arrojado las urnas.
Que las elecciones andaluzas puedan ser extrapolables al resto del país es debatible. Pero ni la derrota en Madrid ni la de Castilla y León permiten demasiado optimismo en las filas del PSOE. Como no la permiten en el nuevo proyecto de una Yolanda Díaz cuya capacidad de arrastre electoral se ha demostrado irrelevante, por no decir nula.
El giro sociológico de la sociedad española, provocado tanto por el cambio de liderazgo en el PP, como por los errores del propio PSOE, y por un hartazgo de la inestabilidad generada por el populismo, es claro. Y eso, por más que los pésimos análisis postelectorales realizados por Adriana Lastra, Felipe Sicilia o Rafael Simancas retocen en el negacionismo y cierren los ojos frente a la evidencia.
Un truco gastado
El PSOE se ha alejado tanto del centro en sus pactos y sus políticas más llamativas mediáticamente (ley trans, indultos a sediciosos y secuestradoras de menores, mesas de diálogo con el independentismo) que volver a ocupar ese nicho se antoja imposible.
Por no decir que ese giro al centro le garantizaría el rechazo de sus actuales socios parlamentarios, a los que sólo interesa un PSOE muy alejado de ese espacio.
Pero si el PSOE no gira hacia el centro permitirá que el PP amplíe aún más su espectro arrastrando a cada vez más votantes socialistas hacia ese centroderecha liberal en el que un socialdemócrata puede sentirse cómodo. Sobre todo si al frente de ese proyecto figura un líder tan poco confrontacional y polarizador como Alberto Núñez Feijóo.
La ruptura entre PSOE y Podemos está garantizada. Ambos partidos escenificarán su divorcio en cuanto crean que es momento de poner en marcha la maquinaria electoral y recuperar perfil propio. Está por ver, en cualquier caso, que eso vaya a ser suficiente para un PSOE al que no le servirá por segunda vez el truco de negar un futuro pacto con los radicales. Hay pistolas de una sola bala y esta ya ha sido disparada por el presidente.
Y esa es la manta corta de un Pedro Sánchez que las elecciones en Andalucía han encogido todavía más de lo que ya lo estaba.