Una de las contrapartidas a las que se comprometió Marruecos a cambio del giro en la postura del Gobierno español sobre el Sáhara fue la de volver a regular el flujo migratorio. Sin embargo, el viernes tuvo lugar un nuevo salto a la valla de Melilla por parte de 2.000 inmigrantes que dejó unas macabras imágenes.
Al menos 23 de ellos han fallecido intentando entrar a nuestro país, pero previsiblemente el número de víctimas será mayor. Las estampidas en torno a la verja y las caídas desde gran altura, sumado a la brutalidad de las fuerzas represivas marroquíes explican esta tragedia. Un asalto masivo a la verja que no se cobraba tantas víctimas desde los sucesos del Tarajal en 2014.
Y pese a todo, 133 subsaharianos lograron acceder a Melilla. El porcentaje de éxito en la intentona es mínimo. Pero que al menos unos cuantos hayan conseguido cruzar ilegalmente la frontera española podría inspirar a otros a hacer lo mismo en el futuro.
Evitar el efecto llamada
Nadie duda de que los migrantes huyen de de una dramática situación de miseria o persecución. Pero no ha de trasladarse el mensaje de que los asedios masivos y violentos a la valla de Melilla pueden resultar mínimamente rentables, aunque se pierdan decenas de vidas por el camino, a quienes intentan entrar por la fuerza.
Al tratarse de una frontera europea, España debe promover en el seno de la UE cambios en una legislación que parece provocar un efecto llamada. Una nueva regulación internacional que cree jurisprudencia, y que haga que quienes accedan ilegalmente a territorio español no puedan tener la injusta recompensa de quedarse. Una que a otros, habiendo intentado hacerlo legalmente, se les ha negado.
Porque las fuerzas disuasorias no pueden ser solamente las que están apostadas en los controles fronterizos. Si queremos impedir nuevas carnicerías en nuestras fronteras, hay que desincentivar la idea de que entrar por la fuerza en España no tiene consecuencias. En este sentido, la doctrina del Tribunal de Estrasburgo que condena las llamadas "devoluciones en caliente" habría de ser revisada.
Más medios
Evitar más desgracias en nuestras fronteras también pasa por otras medidas que van más allá de mejorar el control de las mismas. Urge una estrategia integral de prevención de la inmigración ilegal, que empiece por una flexibilización de los mecanismos para solicitar el derecho de asilo en España.
Además, convendría dedicar más recursos a la cooperación y ayuda al desarrollo, que puedan mitigar la necesidad de tantas personas de acabar en las inmediaciones de la valla de Melilla.
Y, ya en los puestos de control, hay que sacar a nuestros agentes de la situación de indefensión en la que se encuentran. Por eso, no debe demorarse la provisión de más medios materiales y humanos a los guardias civiles que custodian el perímetro fronterizo. Y hacerles entrega de un material antidisturbios adecuado capaz de contener con proporcionalidad futuras incursiones.
En el momento de la avalancha, tan sólo había una veintena de agentes, impotentes para repeler a la muchedumbre que llegaba con cizallas, palos, garfios y hasta radiales. Dotar de más efectivos a las autoridades fronterizas es impostergable.
Además, hay que recordar que la intrusión del viernes tuvo lugar a través de una zona desprotegida que carece de cercado. El Ministerio del Interior debe llevar a término su compromiso de arreglar y sellar la verja para eliminar posibles coladeros.
Las mafias que trafican con vidas humanas, orquestando asaltos violentos y coordinados, ponen en peligro a inmigrantes y agentes. Ni el gobierno español ni el marroquí pueden permitir que se salgan con la suya.
En una nueva etapa de relaciones bilaterales, en la que se ha restaurado la comunicación fluida con Rabat en materia fronteriza, es evidente que hay margen para desarrollar mecanismos de colaboración y coordinación policial mucho mas eficientes, que mejoren la prevención de los asaltos a uno y otro lado de la valla. Impedir ulteriores tragedias está en nuestras manos.