Resulta difícil no interpretar las declaraciones del canciller alemán Olaf Scholz en favor de un gasoducto que conecte Portugal y España con el resto de Europa a través de Francia como una enmienda si no a la totalidad, sí al núcleo duro de la política energética de Angela Merkel.
Una política energética prisionera de los prejuicios ideológicos de los verdes alemanes y que ha empapado la de muchos otros países europeos a lo largo de las últimas décadas. Y entre esos países, España.
"En el primer año de la carrera de Económicas se aprende que ninguna estrategia de importación y exportación puede ser exitosa si todos los huevos se ponen en un mismo cesto, pero parece que la lección se olvida cuando se llega a la gerencia", ha afirmado Scholz antes de defender la construcción de ese 'South Stream 1' ibérico entre Portugal y España y el resto de la UE que resolvería el actual problema energético.
El "amigo ruso"
Resulta también difícil no recordar aquel viejo dicho español que reza "todos se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena". Pero bienvenido sea Scholz al camino de esa racionalidad energética, de esa diversificación tanto de los suministradores como de las fuentes de energía, que Alemania y la UE esquivaron presuntuosas por su confianza ciega en las renovables y en ese "amigo ruso" que ha resultado no serlo tanto.
Es de esperar que el visto bueno de Scholz corte de raíz los recelos que siempre ha provocado en los distintos Ejecutivos franceses la construcción de un gasoducto que, desde la Península Ibérica, cruce los Pirineos hasta Francia y, de ahí, hasta el resto de países de la UE, alimentado con gas procedente del norte de África.
Cogidos por sorpresa
Scholz ha reconocido también que la coalición que gobierna Alemania, formada por socialdemócratas, verdes y liberales, se vio "sorprendida" por la falta de alternativas a una posible reducción de los suministros rusos. Una nueva alusión a la falta de previsión de una Angela Merkel cuyo crédito político se ha visto muy golpeado, incluso entre los propios alemanes, a raíz de la invasión de Ucrania por parte de Rusia.
La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha valorado positivamente la petición de Scholz y ha recordado que la implicación de la Comisión y del Consejo Europeo agilizará las inversiones en las interconexiones gasísticas y permitirá cumplir con los objetivos de un 10% del suministro de gas en 2020 y un 15% en 2030.
Alemania está haciendo los deberes y sus depósitos de gas han alcanzado ya el 75% de su capacidad, que era el objetivo señalado por el Gobierno para el 1 de septiembre. La buena noticia no debería, sin embargo, invitar al acomodo. La UE debe, como dice Scholz, repartir sus huevos en varias cestas y, sin renunciar a los objetivos más nobles, diseñar una política energética realista para un escenario geopolítico muy inestable. Y en esa política, el 'South Stream 1' ibérico debe ser un pilar clave.