Pedro Sánchez sigue ahondando en la línea programática y discursiva que inauguró después del fracaso electoral en Andalucía, y que consagró en el Debate sobre el Estado de la Nación. Pero no parece que este 'giro a la izquierda' haya servido para espantar el fantasma de un cada vez más probable gobierno de Alberto Núñez Feijóo.
Ni la habilidad parlamentaria del Ejecutivo para sacar adelante con holgura su agenda legislativa, ni la exhibición del perfil internacional del presidente (con su papel de anfitrión de la Cumbre de la OTAN, su mediación para la expansión balcánica de la UE o su liderazgo europeo en la crisis energética) han servido para mejor la intención de voto del PSOE.
Tal y como demuestra la encuesta de Sociométrica para EL ESPAÑOL, el PP sigue beneficiándose del empuje del "efecto Feijóo" y de la mayoría absoluta de Juanma Moreno. De celebrarse hoy las elecciones, el PP aventajaría al PSOE en 8,2 puntos y 41 escaños.
Un relato falaz
El cambio de discurso de Sánchez tras el fiasco andaluz constituye una tentativa inoperante por revertir el cambio de ciclo político apelando a una suerte de 'conjura de los puros'. Ayer mismo el presidente volvió a insistir en su soniquete de una derecha que "está a defender los intereses minoritarios y particulares de unos cuantos poderosos".
Pero esta narrativa de un PP que "representa los intereses del 5%" contrasta con la realidad que arrojan las encuestas. A día de hoy, la mayoría de los españoles prefieren a Feijóo.
La victoria aplastante de Juanma Moreno evidenció que la estrategia de espolear el miedo a la ultraderecha ya no era funcional. El PSOE encontró un nuevo filón en el relato de un "Gobierno de la Gente" que legisla para la mayoría social pese al obstruccionismo de una alianza de "poderes oscuros". Una mímesis con el discurso anti-establishment de Pablo Iglesias, en un impostado ropaje populista que al presidente no le sienta nada bien.
La segunda pata de esta táctica discursiva es la de presentar a Feijóo como parte de esta confabulación de las "grandes empresas" y las "terminales mediáticas" contra el Gobierno. De ahí el agresivo acoso y derribo de los ministros a Feijóo durante este verano, con un crescendo de insultos que escaló hasta las acusaciones al PP de "oposición negacionista" e "insumisión constitucional".
Dejar el centro al PP
Además, la estrategia del giro a la izquierda y su dependencia en sus socios nacionalistas ha supuesto, en último término, regalarle el centro al PP. Porque Feijóo está siendo hábil a la hora de acercar al PP a la centralidad política en el momento en el que también los españoles se han movido hacia ella.
La nueva faceta 'popular' del presidente se ha construido sobre un cambio de enemigo (antes, Vox; ahora, los grandes empresarios) que es también un cambio de amistades. Si Sánchez acostumbraba a comenzar el curso político exhibiendo su buena sintonía con el poder económico, ahora prefiere hacerlo rodeándose de ciudadanos de a pie.
Y se ha embarcado en una tónica hostil contra el empresariado cuya máxima expresión fue el injusto y arbitrario impuesto a la banca y a las energéticas. El apoyo de Yolanda Díaz a las movilizaciones sindicales frente a la patronal sólo ha servido para agrandar esta brecha entre Sánchez y las empresas.
Al arrastrar al PSOE hacia la izquierda, lo único que el presidente ha conseguido es suscitar entre los ciudadanos una imagen de extremismo. Su fallo ha sido el de embarcarse en una dinámica centrífuga cuando la mayoría de los españoles están en una tendencia centrípeta.
Feijóo ha seguido la estrategia inversa, la correcta. Una moderación que le hace converger —contradiciendo la nueva narrativa sanchista— con la sensibilidad política del grueso de los ciudadanos.