Un estudio de Exceltur hecho público este martes confirma que la aportación en 2022 del turismo al PIB nacional fue de casi 160.000 millones de euros, un 1,4% más que en 2019, gracias principalmente al turismo nacional y al repunte del internacional.
No son cifras menores. De acuerdo con la patronal que agrupa a las principales empresas del sector turístico español, el turismo ha generado el 61% del crecimiento del PIB español del último año. Y las perspectivas para 2023, a pesar de las amenazas de recesión global, parecen ser, según Exceltur, igualmente positivas.
Dos datos, sin embargo, empañan el optimismo. El primero, el hecho de que el turismo no haya llegado, en porcentaje del PIB, al 12,6% alcanzado en 2019 (se ha quedado en un 12,2%).
El segundo, el hecho de que la mejora de las ventas no haya tenido una correlación directa con la mejora de los resultados empresariales por la subida de la inflación y por el aumento de los costes energéticos (que se han incrementado un 29%), laborales (un 9%) y de los suministros (un 17%).
El sector turístico español, en resumen, ha resistido la tormenta de la Covid con buenos resultados. Pero no puede lanzar las campanas al vuelo todavía.
Los confinamientos obligaron a cerrar muchas empresas turísticas sin músculo, lo que ha derivado en una limpia del sector, y muchos operadores se han reorientado hacia el turismo premium. Pero los puntos fuertes siguen donde estaban antes de la epidemia y la caída en el número de turistas rusos y chinos sólo se ha visto compensada por el aumento de los procedentes del continente americano y, sobre todo, México.
El sector turístico afronta en 2023 dos retos inescapables. El primero son los precios de la energía, que seguirán subiendo y que podrían hacer que el turista internacional opte por otros países, como Turquía o Egipto. Destinos con la divisa lo suficientemente devaluada como para resultar más atractivos a ojos de nuestros principales clientes: Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania y los países nórdicos.
El segundo será la sostenibilidad medioambiental, pero también de los servicios, de un sector que concentra grandes masas de personas en puntos muy concretos de la geografía española: la costa mediterránea, Andalucía, Baleares, Madrid, Canarias y País Vasco. Es tarea, por tanto, de las grandes empresas del sector y de las propias Administraciones públicas trabajar para potenciar el turismo en otras zonas de España menos visitadas. Algo que podría ayudar a descongestionar las zonas más saturadas.
También asoma en el horizonte la fragilidad de un turismo urbano, de empresas y cultural que debería demostrar mucha mayor solidez teniendo en cuenta la condición de potencia turística de España.
En este sentido, el hecho de que Madrid se esté posicionando como la ciudad hispanohablante de moda en todo el mundo, como una alternativa financiera y cultural a Miami, y como el destino preferido de los exiliados por la llegada de gobiernos populistas a Chile o Colombia puede servir de motor en este sentido.