Después de la absorción de Credit Suisse por parte de UBS este domingo, el Banco Central Europeo (BCE) ha dado otro paso importante para contribuir a dejar atrás el pánico bancario que se ha cernido sobre los mercados financieros en los últimos días.
Christine Lagarde aseguró ayer que la entidad que dirige está preparada para "responder según sea necesario" con el fin de preservar la estabilidad financiera en la eurozona. Con este mensaje de tranquilidad a los mercados, la presidenta del BCE ha reeditado el célebre"whatever it takes" con el que su predecesor, Mario Draghi, ayudó a salvar el euro en 2012. Sólo que esta vez ha sido para salvar al soldado suizo, y al sistema financiero europeo.
Con su ofrecimiento a suministrar apoyo de liquidez al sector bancario si fuera necesario, Lagarde brinda una garantía más para frenar el efecto contagio en la eurozona que podría derivarse del desplome y el rescate de Credit Suisse.
Porque aunque la compra de la entidad crediticia suiza por UBS ya había servido para frenar la caída de los bancos en las bolsas en el mediodía de ayer, este "rescate de emergencia" no ha calmado totalmente los nervios de los inversores.
Es cierto que una vez que hizo efecto el mensaje de tranquilidad lanzado por Lagarde, la banca española y algunas compañías del Ibex 35 reaccionaron con subidas en bolsa, y los bancos ganaron 3.660 millones.
Pero no se ha logrado disipar todas las alarmas que pesan sobre el sector bancario. Las bolsas siguen rumiando sus dudas sobre la manera en la que se ha producido el rescate financiero, fruto de un acuerdo in extremis que las autoridades suizas impulsaron, al considerar imprescindible tenerlo sellado antes de la apertura de los mercados ayer.
La operación de rescate se orquestó contra reloj durante el fin de semana para evitar que el segundo mayor banco suizo (y uno de los 30 mayores bancos del mundo) cayera en bancarrota, después de una serie de escándalos, litigios y malos resultados que socavaron su credibilidad en los últimos años. Y que le hicieron vulnerable a las ondas de la crisis bancaria que estalló hace una semana en Estados Unidos.
Con esta compra por importe de unos 3.000 millones de euros UBS y el gobierno suizo quisieron zanjar los rumores de quiebra que pudieran provocar la espantada de la clientela. Y de esta manera devolver la confianza a la banca suiza y global.
Así, la operación de UBS es claramente la mejor opción a la que podían llegar los reguladores suizos para intentar dar confianza a los mercados y evitar la catástrofe del sistema bancario. Porque impide la bancarrota de la entidad y ahorra la necesidad de nacionalizar el banco.
De hecho, los últimos datos sobre fuga de depósitos evidenciaron que el coloso helvético no podía seguir por su cuenta. La compra, aunque haya sido por su principal competidor, es mucho mejor que la opción de que Credit Suisse continuase afrontando su crisis de confianza en solitario.
No obstante, ahora queda mucho trabajo por delante para recuperar plenamente la confianza en los bancos. Porque la bancarrota del Silicon Valley Bank y First Republic Bank en EEUU, y de Credit Suisse aquí, deja importantes dudas sobre la salud de muchas entidades.
En un contexto de ralentización del crecimiento, y de subida de tipos para frenar la inflación (que Lagarde ha anunciado que continuarán), es muy posible que la mora suba. Lo que provocará mayor contracción del crédito para eludir futuros impagos, requiriéndose mayores provisiones que a su vez recortarán aún más los préstamos.
Los depositantes siempre tratan de buscar la mayor rentabilidad posible para su dinero, por lo que no es descartable que haya salidas de depósitos de entidades más pequeñas a otras más potentes, y que se desate así una nueva crisis financiera.
Por eso se hace tan necesario que el BCE respalde ahora sus palabras con actos. Y que cualquier atisbo de problemas o riesgo de liquidez que pueda detectarse dentro de la banca se solucione con transparencia y rapidez para impedir que se contagie a los mercados financieros europeos.
En este sentido, será muy importante la acción coordinada de los principales bancos centrales del mundo que ya se han sumado al BCE para ofrecer liquidez a los mercados financieros.
Ciertamente, y como ha demostrado la evaluación del BCE de las posiciones de capital y liquidez de la banca, el sector es mucho más resiliente y está mucho mejor preparado que en la crisis de 2008, pudiendo proporcionar liquidez sin límites a las entidades si la situación así lo requiriese.
Pero esto no debe llevar a las autoridades monetarias a bajar la guardia. De momento, la pelota está en el tejado de la Fed. Y los mercados miran con atención qué movimiento hará EEUU a partir de hoy para intentar calmar a los depositantes.