La aprobación ayer en el Congreso de los Diputados de la reforma de la ley del 'sí es sí' con los votos de PSOE, PP, Ciudadanos y PNV, y el rechazo de Unidas Podemos, ERC y EH Bildu, se convirtió en el mejor retrato de familia posible de la coalición de Gobierno y, por extensión, de la izquierda española hoy.
De una familia profundamente disfuncional, cabe añadir. Ese tipo de familia contra la que la rama morada de este Gobierno ha luchado a lo largo de toda esta legislatura proponiendo "formas de familia alternativas a la tradicional" que "superaran" los "hábitos tóxicos y las dinámicas heteropatriarcales propias de la sociedad capitalista".
A la hora de la verdad, ha sido Unidas Podemos quien mejor ha trasladado esas "dinámicas tóxicas" hasta un Gobierno en el que los celos, los egos, los comportamientos adolescentes, el sectarismo y el adanismo han cuajado en un cóctel explosivo cuyo fruto principal ha sido una ley del 'sí es sí' que ha rebajado ya las penas de casi mil agresores sexuales, pederastas y violadores, y excarcelado a más de cien.
La foto de la jornada fue esa en la que Irene Montero e Ione Belarra se abrazan en una bancada azul del Gobierno prácticamente vacía mientras Yolanda Díaz les aplaude.
Ahí, en esa sencilla foto, está todo. La ausencia de un Pedro Sánchez que prefirió borrar al PSOE de una victoria vergonzosa para él, puesto que es fruto de un pacto con el PP y se produce con el rechazo de sus tres principales socios parlamentarios: Unidas Podemos, ERC y EH Bildu. El aplauso casi hipócrita de una Yolanda Díaz que trabaja para conquistar el espacio electoral que hoy ocupa el Podemos de Irene Montero e Ione Belarra. Y la tristeza de una ministra de Igualdad que, a pesar de la derrota, consiguió una victoria simbólica al subir al estrado en representación del Gobierno para rechazar una propuesta del mismo Ejecutivo del que forma parte.
En sentido estricto, por lo tanto, el Gobierno salió derrotado ayer del Congreso al conseguir aprobar la propuesta de ley presentada por la ministra de Justicia Pilar Llop dado que los argumentos que defendió su portavoz, Irene Montero, fueron contrarios a esa propuesta.
Una situación esquizofrénica de la que el presidente no puede salir bien parado y que le perseguirá a lo largo de este año electoral: ni compareció en el Hemiciclo para asumir la responsabilidad del fiasco de una ley del 'sí es sí' de la que él es máximo responsable, en cuanto líder del Gobierno, ni respaldó a la ministra del PSOE que ha trabajado para reformar esa ley y asumido en buena parte el coste político de volver en la práctica a la ley anterior (Pilar Llop), ni para dar la cara frente a una Irene Montero que todavía ayer achacaba el fracaso de la ley a cualquiera menos a ella misma.
Todo el Gobierno estaba ayer avergonzado por los motivos incorrectos. El presidente, por la aprobación de la reforma con los votos del PP. Pilar Llop, porque su inmerecida soledad la hace aparecer como la villana de una película que ella no ha dirigido. Yolanda Díaz, porque se vio obligada a impostar su "empatía" con una ministra de Igualdad que es, hoy, su principal rival política. Y la propia Irene Montero, junto a Ione Belarra, porque vio como los "adultos" se veían obligados a rectificar una chapuza adolescente que debería servir a los españoles para convencerse de que los activistas, los sectarios y los advenedizos de la política tienen su espacio en la sociedad, pero no en el Congreso.
Pero, sin duda alguna, la lección más demoledora para los españoles ayer fue la que aprendieron al ver a un Gobierno, el suyo, que sólo se avergüenza cuando rectifica. Habiendo tantas ocasiones para avergonzarse durante los últimos cuatro años, este Ejecutivo ha escogido el peor momento para hacerlo: cuando ha acertado.