Este lunes, el PP recibió tres buenas noticias que, si bien sólo tímidamente, daban alas a Alberto Núñez Feijóo para seguir intentando su investidura.
En primer lugar, el comunicado con el que Coalición Canaria se abre a apoyar al candidato popular. Un apoyo desencadenado por la renuncia de Vox este domingo a participar en un hipotético Gobierno del PP.
En segundo lugar, la confirmación por parte de Unión del Pueblo Navarro de su respaldo incondicional a Feijóo.
Y por último, el rechazo de la Junta Electoral Central a la pretensión del PSOE de que fueran revisados los votos nulos de Madrid, agotándose así la última bala de los socialistas para recuperar su escaño perdido en favor del PP.
De esta forma, Feijóo cuenta ya con la garantía de 172 síes. Se abría así una pequeña rendija de esperanza para el PP, tal y como reconoció Elías Bendodo al defender que el giro de Vox "da luz verde a una posible investidura del PP", porque se dan "circunstancias distintas" con las que "las reglas del juego cambian".
Pero el PNV se ha apresurado en la mañana de este lunes a cerrar esa rendija. Los peneuvistas se niegan a moverse de su postura inicial, fijada un día después del 23-J: "No iniciar un diálogo para facilitar la toma de posesión [de Feijóo] del gobierno español".
Que el PNV ni siquiera conceda sentarse a hablar con Feijóo demuestra que, pese a la rectificación de Santiago Abascal, para ellos no ha cambiado nada. Y que sólo están dispuestos a ayudar a la investidura de Pedro Sánchez.
Y ciertamente, Aitor Esteban ya había aclarado que la negativa de su partido a participar de la ecuación PP-Vox no sólo se refería a que la ultraderecha entrase en el Gobierno, sino también a que Feijóo se apoyase en ellos para gobernar —como sucedería de ser investido—. Y tras el 28-M, se enrocaron en su veto cuando el PP comenzó a "meter en las instituciones" a Vox, considerando que "han cruzado una línea roja".
Y es que el PNV cree que pactar con un PP tan inevitablemente uncido a Vox sería un suicido ante las elecciones vascas del año que viene. Una vez más, la ultraderecha vuelve a ser el elemento tóxico que envilece la situación de bloqueo y lastra las posibilidades de un cambio de Gobierno.
Porque lo que en realidad está condicionando la decisión del PNV son las cábalas electorales con menos de un año vista. El estado de la política vasca y la cercanía de los comicios autonómicos ponen a los jeltzales en la tesitura de una difícil elección entre, cabe decir, susto o muerte. Y sin saber muy bien cuál es cada una.
Por un lado, si los peneuvistas apoyan a Feijóo, podrían recuperar el protagonismo perdido en la gobernabilidad de la nación en la última legislatura. Y permitir al PP sacar leyes sin Vox, lo que cabría vender como una anulación de la ultraderecha en el Congreso. Y estarían en condiciones de presionar al líder del PP para obtener las contrapartidas que exigen para su sí, pudiendo sacarle más que a Sánchez.
Pero, al mismo tiempo, la alianza no sería bien recibida por sus votantes, que —al moverse más en el eje centralismo/descentralización que en el derecha/izquierda— ven como una misma cosa al PP y Vox. Además, Bildu, que amenaza con el sorpasso, podría seguir creciendo, porque se mostraría como el único auténtico freno a la derecha. Por último, si el PNV abandona ahora al PSOE, se arriesgan a que, en caso de necesitarles en 2024 para seguir al frente de la lehendakaria, los socialistas les negasen sus escaños.
Por el otro lado, si se alinean con la mayoría Frankenstein, evitarían todo lo anterior. Pero lo más probable es que siguieran desdibujándose en el Congreso en beneficio de Bildu.
De modo que, sin que ninguna de las opciones sea satisfactoria, el PNV ha optado por dejar su futuro en manos de Sánchez. Y con su portazo a un Gobierno monocolor del PP dejan sin efecto las reacciones favorables de CC y UPN. Han "arruinado las opciones de Feijóo", tal y como presumieron en su día.
Pero esta triste falta de cintura del PNV vuelve a dar la llave a Junts. Porque con el sí de CC (cuya "línea roja" le impide apoyar a un Sánchez que concurre con Sumar), Sánchez ya necesita, definitivamente, el voto favorable de Carles Puigdemont.
Sin embargo, los populares no tiran la toalla y seguirán intentando "ampliar sus apoyos en los próximos días", como han trasladado a este diario. Ni renunciarán a pelear por el control de la Mesa del Congreso. Ven el rechazo del PNV como una estratagema para "subir el precio" de los votos al dejar que se agote el tiempo. Y confían en que el giro de Vox haya dejado descolocados a los peneuvistas, y en la buena sintonía de Feijóo con Iñigo Urkullu y con el vasquismo.
En cualquier caso, queda clara que la geometría variable y la pretensión de liderar "un partido de amplio espectro, con capacidad de pactar y hablar a derecha e izquierda" —en palabras de Bendodo— es inviable en el dogmatismo de la España de bloques apuntalada por Sánchez.