Arnaldo Otegi confirmó ayer martes que EH Bildu no pondrá en riesgo la permanencia de Pedro Sánchez en la Moncloa aunque el PSE-EE le dé el gobierno de la comunidad autónoma vasca al PNV, algo que hoy parece 100% garantizado.
Es sorprendente la mansedumbre con la que EH Bildu, que ha empatado en escaños con el PNV y que por tanto podría reclamar la presidencia de la comunidad con la misma legitimidad que Imanol Pradales, ha aceptado la decisión del PSE-EE.
Sorprende también el rechazo de EH Bildu a siquiera repensar su apoyo al PSOE en el Congreso de los Diputados. Una reflexión que se plantearía sin duda alguna en el PNV si el PSE-EE hubiera anunciado su intención de hacer lehendakari a Otxandiano.
Otegi ha justificado su decisión de mantener el apoyo al PSOE en Madrid afirmando que el mandato de los vascos en las pasadas elecciones generales fue el de que no gobierne "la extrema derecha". Algo a lo que él se ha comprometido con independencia de lo que haga el PSE-EE en la comunidad autónoma vasca.
La decisión de Otegi, que se daba por descontada desde hace semanas en la Moncloa, garantiza por tanto la presidencia de Pedro Sánchez, a la espera del resultado de unas elecciones autonómicas catalanas que sí podrían poner en un aprieto al presidente en función de la combinatoria que arrojen las urnas.
Pero permanecer en el Gobierno no es lo mismo que gobernar. Y los resultados de este domingo en el País Vasco no han hecho más que acentuar la debilidad de un presidente al que sus socios vascos no dejarán caer, pero que verá cómo se incrementa la presión sobre él para la obtención de onerosas concesiones.
Concesiones frente a las cuales el Ejecutivo no podrá dar otra respuesta que "sí" puesto que un solo "no" le dejará a la intemperie de unas nuevas elecciones generales.
¿En qué condiciones podrá por tanto gobernar el presidente? ¿Cuál será su margen de acción y qué clase de "apoyo" recibirá de sus socios vascos?
En el caso del PNV, el apoyo mutuo que se conceden ambos partidos, en el Congreso y en el Parlamento vasco, garantiza en cierta manera la estabilidad de la alianza.
Pero ¿qué gana EH Bildu apoyando al Gobierno, más allá de que no gobierne Vox, una consideración secundaria para un partido cuyo perímetro de intereses no va mucho más allá de las fronteras de su comunidad?
Y, sobre todo, ¿qué pierde EH Bildu si deja caer al presidente del Gobierno?
De momento, Ortuzar ya ha puesto sobre la mesa la idea de un frente soberanista en el País Vasco junto a EH Bildu encaminado al replanteamiento de la relación de la comunidad con el resto del Estado y a la aprobación de un nuevo Estatuto de Autonomía que, evidentemente, avanzaría en el sentido de una mayor soberanía.
La fragilidad del presidente del Gobierno hace que ese escenario, el de un PNV que recibirá el apoyo del PSE-EE mientras plantea junto a EH Bildu una nueva relación con el Estado mucho más ventajosa para el País Vasco y que con total seguridad tensará las costuras de la soberanía nacional, sea algo más que una hipótesis.
¿Cómo piensa el presidente afrontar ese nuevo frente vasco cuando ni siquiera ha cerrado el frente catalán? Un frente en el que Carles Puigdemont ya ha cifrado en 22.000 millones de euros el precio de su apoyo y que se suma a la noticia de que el Gobierno deberá recortar 9.200 millones de gasto por exigencias de la UE.
Ni siquiera la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado garantiza que el presidente pueda hacer algo más que trampear el día a día concediendo todo aquello que le exijan sus socios a cambio de 24 horas más en la Moncloa mientras al mismo tiempo intenta cumplir con las exigencias de Bruselas.
Pero sin Presupuestos Generales y con unos socios que han comprendido ya que son ellos los que tienen la sartén de la gobernabilidad por el mango, la tarea del presidente se antoja si no imposible, si ciertamente onerosa. Para él y para los españoles.