Aunque el Partido Popular ha coqueteado en ocasiones con posturas más rígidas en materia de inmigración, ha sabido desmarcarse nítidamente a la hora de la verdad del argumentario xenófobo de los de Santiago Abascal.
El endurecimiento del discurso del PP, que en la última semana ha reclamado desplegar en Canarias efectivos de Frontex y barcos militares de las Fuerzas Armadas como instrumento disuasorio para contener la llegada masiva de inmigrantes, hizo temer al Gobierno que pudiera naufragar el acuerdo para repartir a los menas.
Pero las comunidades autónomas del PP han asegurado este martes que participarán en el pacto de cupos para acoger menores migrantes no acompañados de Canarias. Los populares han decidido así hacer oídos sordos al órdago de Abascal, que amenazó este lunes con romper todos los gobiernos autonómicos en los que participan si el PP se aviene a pactar con Sánchez el reparto de inmigrantes.
¿Qué otra cosa podía hacer el PP? Colaborar con el Gobierno en el diseño de un programa de reubicación no sólo demuestra sentido de Estado, sino que responde a la exigencia moral de abordar con seriedad una cuestión de simple humanidad.
Se trata también de una cuestión de solidaridad interterritorial, lo cual debiera bastar para que quienes pregonan su patriotismo demostraran más cintura a la hora de ayudar a las comunidades más afectadas a aliviar la presión migratoria. Pero a Vox sólo le interesa instrumentalizar políticamente la inmigración para envenenar la convivencia y confrontar con el PP.
No tiene sentido ponerse la venda antes de la herida y retratar a los menores no acompañados como potenciales delincuentes.
Es innegable que el fenómeno migratorio genera tensiones sociales que se han incrementado en los últimos años en toda Europa. Y tampoco se puede obviar que el incremento de las entradas irregulares está generando malestar en la sociedad canaria.
Pero lo que resulta inaceptable es hacer una causa general de las conductas problemáticas de algunos individuos para estigmatizar a todo un grupo poblacional. Lo cierto es que si se aportan los recursos suficientes y se efectúa un correcto seguimiento, encaminado a favorecer la integración de los migrantes, la acogida de estos menores no tiene por qué suponer un problema de seguridad.
El PP condicionó precisamente el apoyo al Gobierno a la obtención de un compromiso de aportar los recursos necesarios para garantizar una adecuada atención a los menores. Y tal y como avanza hoy EL ESPAÑOL, el Ejecutivo ofrecerá financiación por cada menor recibido y extras en función del grado de esfuerzo de acogida que haga cada comunidad autónoma.
Queda por concretar el reparto de los cupos. Pero es una buena noticia que vaya a darse una colaboración entre administraciones para evitar que se saturen las instalaciones de recepción de inmigrantes, uno de los factores que justamente pueden dar pie al rechazo social en los territorios receptores.
El PP debe mantenerse firme y pactar con el Gobierno el reparto de inmigrantes. Y si Vox quiere abandonar los gobiernos de coalición con ellos, que lo haga. Al fin y al cabo, la ultraderecha no tiene capacidad para romper los Ejecutivos autonómicos, sino sólo para retirar su cuota del gabinete. Y esto sólo podría ser ventajoso tanto para el PP como para España.
La Selección nos hizo anoche felices a muchos millones de españoles y ojalá el domingo nos traigamos la Eurocopa de Berlín. Junto a la gesta deportiva, conviene recordar que los padres de Nico Williams entraron ilegalmente en España a través de la verja de Melilla. Y que nuestro héroe más joven, Lamine Yamal, es el hijo de un marroquí y una guineana, criado en un barrio humilde de Mataró.
Por eso celebró su golazo haciendo un 304 con los dedos: el final del código postal de Rocafonda, uno de esos barrios de aluvión que una diputada de Vox definió como "estercoleros multiculturales".
Es verdad que los seis mil menas de Canarias no debieron haber llegado a España, pero puesto que están aquí merecen una oportunidad. Abascal dice que traerán "robos, violaciones y machetazos". Pero tal vez dentro de unos años alguno de ellos robe el balón que viole la integridad de la meta contraria con un machetazo que nos haga soñar como los de Lamine o Nico.