El Gobierno ha negado que los dos españoles detenidos en Venezuela, José María Basua Badovinos y Andrés Martínez Adasme, tengan vinculación alguna con el CNI o que estén implicados en un complot para asesinar a Nicolás Maduro, como afirmó el sábado el ministro de Interior venezolano Diosdado Cabello.
Según el régimen chavista, los dos ciudadanos españoles, que fueron detenidos junto a doce personas más, forman parte de una trama organizada por la CIA estadounidense y la oposición venezolana. Su objetivo sería no sólo el asesinato de Nicolás Maduro, sino también el de Delcy Rodríguez, vicepresidenta del régimen, y la ejecución de un atentado de falsa bandera contra la embajada argentina, donde se han refugiado seis miembros opositores de Vente Venezuela, y del que sería acusado el chavismo.
El Ministerio de Exteriores español ha negado cualquier vinculación de los detenidos con "ningún organismo estatal" y la existencia de "cualquier operación de desestabilización política en Venezuela". También ha pedido acceso a los detenidos "con el fin de verificar sus identidades y su nacionalidad y, de ser verificadas, conocer de qué se les acusa exactamente y que puedan recibir toda la asistencia necesaria".
Según la dictadura venezolana, que ha acusado al CNI de estar "metido hasta el cuello" en la conjura, esta implicaría la distribución de 400 armas largas (teóricamente incautadas), motines y fugas masivas de cárceles, mercenarios, explosivos y el sabotaje de infraestructuras energéticas, de transportes y de agua. Es decir, el estallido de una revolución contra el régimen chavista. Una afirmación excepcional que, como tal, requeriría de pruebas también excepcionales.
Diosdado Cabello ha señalado además como cabecilla de la presunta trama a un miembro de las fuerzas especiales SEAL de la Marina estadounidense y experto en explosivos, Wilmer Jose Castañeda, líder de un grupo denominado Comando AZ.
La acusación llega después de la crisis diplomática abierta tras las declaraciones de la ministra de Defensa Margarita Robles en las que calificó de "dictadura" al régimen de Maduro, y días después de la concesión de asilo político al ganador de las elecciones presidenciales venezolanas del pasado 28 de julio, Edmundo González.
La creación de un enemigo exterior al que se atribuyen oscuros y confusos complots terroristas para el derrocamiento del régimen es un recurso habitual de las dictaduras.
El modelo para todos ellos es el conocido como 'complot de los médicos', una supuesta conspiración de varios médicos judíos para asesinar a altos cargos de la Unión Soviética en 1953 aprovechando su acceso a ellos por motivos sanitarios. El 'complot de los médicos' nunca fue más que una farsa diseñada por Stalin para ejecutar una operación antisemita de represión por el alineamiento de Israel con los Estados Unidos. Pero el modelo quedó firmemente definido para su aplicación por otros regímenes tiránicos.
La acusación de Cabello de que el CNI "negará" su implicación en dicho complot y de que eso es la prueba de su culpabilidad es, además, intrínsecamente absurda. Porque ¿cuál debería ser entonces la respuesta del CNI si es inocente?
El Gobierno español debe responder con serenidad a las acusaciones, exigir al régimen venezolano los detalles de la existencia de esa supuesta trama terrorista que implicaría al CNI y pactar su estrategia con el PP, dado que ambos partidos están de acuerdo en lo esencial y sus discrepancias son sólo cuestión de timing, oportunidad y grado.
El chavismo, por su parte, debe dar pruebas de la existencia de ese presunto complot y ser consciente de que el recurso al antiespañolismo, una reacción a la desesperada por la falta de reconocimiento internacional de la presunta victoria de Maduro en las elecciones, no le servirá para obtener ventajas diplomáticas ni a corto ni a largo plazo.