La retirada de Luis Tudanca y Juan Espadas de la carrera por el liderazgo del PSOE en Castilla y León y Andalucía marca el enseñoramiento completo de Pedro Sánchez sobre su formación, que bien podría reemplazar su denominación de Partido Socialista por la de Partido Sanchista.
Aunque han mantenido un tímido pulso con Ferraz para evitar ser apartados, los secretarios generales castellanomanchego y andaluz han claudicado y no se presentarán a la reelección, dejando paso a los candidatos de la confianza de Sánchez: Carlos Martínez, alcalde de Soria, y la vicepresidenta María Jesús Montero, respectivamente.
Estos candidatos impuestos desde Madrid se añaden a Ángel Víctor Torres en Canarias, Óscar López en Madrid, Diana Morant en Valencia y Pilar Alegría en Aragón. Nunca antes un Gobierno había añadido a tantos ministros en activo la condición de candidatos en sus respectivas comunidades autónomas.
El problema para Sánchez es que esta arriesgada estrategia de los paracaidistas desde Madrid no le ha funcionado en el pasado. Lo cual invita a pensar que, antes que recuperar el poder territorial diezmado el 28-M, la maniobra responde más a un alarde de poder del secretario general, para consumar la metamorfosis del PSOE desde el modelo federal al cesarista.
El problema para los españoles es que serán ya cinco los miembros del Gobierno pluriempleados como ministros, líderes regionales y candidatos autonómicos. Y añadiendo, en el caso de María Jesús Montero, su cargo de vicepresidenta primera del Ejecutivo.
Es natural que Sánchez quiera volver a aprovechar la poderosa estructura ministerial como plataforma para publicitar candidaturas más populares, que neutralicen cualquier disidencia en las federaciones. Pero simultanear tareas ejecutivas con la labor de oposición a las comunidades autónomas del PP atenta contra la naturaleza del Gobierno de la nación.
Porque un ministro lo es del conjunto de los españoles. No gobierna sólo para los votantes del PSOE. Sin embargo, ¿qué neutralidad en la gestión de su cartera cabe suponerle a su responsable cuando este la emplea para hacer campaña para sólo una parte de los ciudadanos?
¿No es razonable esperar que estos cinco ministros vayan a privilegiar en la acción ejecutiva a aquellos territorios en los que van a ser candidatos?
¿Acaso no se van a repetir episodios como los de la quita de deuda municipal prometida por María Jesús Montero a Jaén Merece Más a cambio de apoyar la moción de censura al PP en la localidad?
¿Quién puede garantizar que Óscar López no va a beneficiar económicamente desde Moncloa a los medios madrileños afines?
El centralismo despótico del partido de Sánchez supone además arrumbar el sistema electivo que lo encumbró como líder de la militancia. Quienes siempre se han jactado de elegir a sus candidatos de forma democrática a través de sus bases tendrán que justificar ahora que toda la estructura territorial se trace a dedo desde Ferraz. Es un hecho que las primarias han pasado a ser secundarias en el PSOE.