Tambores de guerra en el PSOE. Pedro Sánchez coquetea con la idea de ser Presidente con Podemos y los independentistas. Sus críticos reciben ataques desde las trincheras impunes de las redes sociales. La dirección central se enfrenta a las territoriales, la militancia reniega de ciertos dirigentes y los votantes salen por la puerta de atrás.
A pesar de sus malos resultados, la aritmética enrevesada de las dos últimas elecciones ha hecho al PSOE juez y parte. El pacto con Ciudadanos generó tensiones en la militancia, pero sus escasas posibilidades de éxito apaciguaron los ánimos. Ahora, con la amenaza de unas terceras elecciones que sólo beneficiarían al Partido Popular, el PSOE no ha podido escapar de sus contradicciones internas.
En el PSOE hay munición suficiente para una genuina guerra ideológica
El PSOE lleva más de 20 años perdido en el desierto de las ideologías, sin saber muy bien dónde ubicarse en los dos ejes fundamentales de la política española: izquierda-derecha y centro-periferia.
Al igual que sus hermanos socialdemócratas europeos, no acaba de encontrar su lugar en el eje izquierda-derecha. El déficit público crónico y la consiguiente dependencia de los mercados financieros dificultan una alternativa reformista de izquierda. Aspira a un programa de esencia progresista que transforme las relaciones socioeconómicas pero sin romper las bases del capitalismo. Poco menos que la cuadratura del círculo.
A su izquierda, Podemos busca sin complejos una propuesta rupturista, un discurso mucho más fácil de vender, sobre todo sentado en la oposición. A su derecha, Ciudadanos se siente libre de proponer ideas tanto de raíz liberal como socialdemócrata.
El problema del PSOE es que anda perdido en el otro eje clave del sistema político: el centro-periferia
Como partido ‘atrapa todo’, el PSOE acoge a gentes con opiniones muy diversas sobre el papel del Estado en la economía. Los hay quienes sienten muy adentro la S de las siglas y quienes han olvidado el significado. Su reto es consensuar una propuesta coherente y aceptable para la mayoría.
Hasta aquí nos encontramos ante el dilema típico de cualquier formación socialdemócrata del siglo XXI. El problema diferencial del PSOE es que anda todavía más perdido en el otro eje clave del sistema político español: el centro-periferia.
El PSOE es incapaz de construir un discurso sobre el modelo territorial de España sencillamente porque alberga a dirigentes y simpatizantes con opiniones no ya diversas, sino radicalmente opuestas.
El PSOE de la S ve la continuidad del PP como el cuarto Reich, y gobernar con los independentistas un mal menor
Hay quienes conocen el artículo 2 de la Constitución y se creen la E de las siglas del partido. Pero también hay quienes frivolizan la cuestión catalana o incluso aceptan un referéndum sobre la independencia. Es imposible integrar semejante contradicción en un asunto de importancia sistémica.
Más allá de intereses personales y otras motivaciones mundanas, en el PSOE hay munición suficiente para una genuina guerra ideológica entre quienes anteponen la S y quienes conceden mayor importancia a la E.
La impresión generalizada es que la S predomina en la militancia y la E entre las élites autonómicas. Los ataques a Fernández Vara y el apoyo inmediato de Rubalcaba, Chacón o Madina han sacado a la luz una pelea gestada desde hace meses en las redes sociales. Socialistas que insultan a socialistas, socialistas que piden la dimisión de socialistas y ningún socialista capaz de imponer un alto el fuego.
El PSOE lleva más de 20 años perdido en el desierto de las ideologías
Como en toda guerra civil, hay una profunda incomprensión entre los dos bandos. El PSOE de la S ve la continuidad del PP como el cuarto Reich. Gobernar con Podemos y los independentistas es un mal menor. Abstenerse es apoyar a Rajoy. Quienes critican el proyecto multicolor de Sánchez tienen intenciones ocultas o simplemente no son socialistas.
El PSOE de la E se revuelve ante la desobediencia de las instituciones catalanas. Ve en el desafío separatista el gran problema de España y no quiere construir nada con quienes no respetan las reglas más elementales del Estado de derecho. Abstenerse para dejar gobernar a Rajoy es un mal menor y gobernar con los independentistas contribuye a poner en peligro las bases de nuestra convivencia.
Desnortado en los dos ejes y dividido en dos facciones incompatibles, el PSOE corre el riesgo de perderse durante su travesía del desierto.
***José Díez Verdejo es periodista y máster en políticas públicas por la London School of Economics.