Asistí el otro día a la imposición de la insignia de Caballero de las Artes y las Letras a mi querido y admirado Albert Boadella. En esa ceremonia, el embajador francés dio un discurso impecable recordando los lazos de Albert con una Francia que le acogió varias veces: Tras la contienda civil, cuando el ejército franquista le montó un consejo de guerra del que escapó tras fingir una enfermedad, y ahora que los independentistas catalanes aprietan.
El representante de Francia demostró cariño, admiración y respeto. Y entre otros agradecimientos hizo uno que me llamó la atención: "Gracias por su compromiso político".
Albert recordó su primera visita a Francia. El colegio en el que ingresó siendo un niño.
Un enfant enclenque de la posguerra que, en los primeros días de clase, se enzarzó en una pelea con un chaval francés mejor nutrido al que mordió salvajemente, produciéndole una herida que sangró en abundancia. El director del colegio le llamó al despacho. Y Albert escuchó aterrado cómo le hablaba de liberté, egalité y fraternité. Esperando que, tras cada té, rimara un guantazo que no llegó nunca. Esa primera lección se convirtió en algo que todavía perdura en él. La bofetada ilustrada.
Mientras Albert hablaba, miré a mi alrededor. Esperaba una más amplia representación del gobierno. Vamos, esperaba alguna. No sé en qué andarían Méndez de Vigo y Cifuentes, pero les pusimos falta. Tampoco andábamos sobrados de representantes de la cultura. Asistían El Brujo, Ignasi Vidal, Marta Rivera, yo mismo... Pero no pude dejar de pensar que otro artista más progre hubiera congregado a muchos más compañeros.
A pesar de que Albert luchó de veras contra aquella dictadura, jugándose la vida. A pesar de que es de los pocos que hace con calidad lo que debe hacer un artista: Criticar al poder, venga de donde venga. Boadella es un grande de nuestro país que soporta a una España nacionalista que es de todo, menos ilustrada. Y a unos niñatos podemitas que se permiten darle lecciones de anti-franquismo. A él. A Boadella.
Me extrañó -por novedoso- el agradecimiento por el compromiso político que se le hace a un artista en el país vecino. Me extrañó porque aquí se castiga… a no ser que sea el compromiso con los de siempre.
Y me gustó el cierre del discurso de Albert. Un final clown en el que cantó el himno francés con el furor del converso. ¡Me trajo a la infancia!
De niño llegué a ser consciente de dos bofetadas al sistema, un par de acontecimientos provocados por dos grandes grupos de artistas. Uno era Monty Phyton y su Vida de Brian, que provocó manifestaciones de católicos en toda España. Otro, La Torna de los Juglars de Boadella. Recuerdo la detención de Albert, la cárcel y esa increíble y genial escapada de película...
Ambos consiguieron remover y provocar con una de las armas más potentes; con uno de los más grandes síntomas de la inteligencia: la maravillosa comedia.
*** Toni Cantó es actor y diputado de Ciudadanos.