Como si fuéramos niños que jugamos a seguir creyendo en los Reyes Magos, la hábil pluma de Borges nos sumerge en su divertimento de Pierre Menard, autor del Quijote. Aun avisados de que forma parte de una colección de Ficciones, nos dejamos maravillar con lo que simula ser un docto ensayo sobre un escritor contemporáneo, cuya “empresa complejísima y de antemano fútil” es que “no quería componer otro Quijote –lo cual es fácil– sino el Quijote”.
“Inútil agregar que no encaró nunca una transcripción mecánica del original; no se proponía copiarlo. Su admirable ambición era producir unas páginas que coincidieran -palabra por palabra y línea por línea- con las de Miguel de Cervantes”, explica Borges como fiel relator del ambicioso propósito del novelista francés. El culmen llega cuando ilustra sus logros citando dos párrafos –uno de Cervantes y otro de Menard–, literalmente idénticos por supuesto (el lector se deleita asegurándose de que no difieren ni en una coma), y Borges incluso nos explica cómo traslucen estilos y proyectos literarios distintos entre estos dos autores a los que separan tres siglos.
El rector quiere demostrar que es tan enciclopédico que cualquier texto de otro especialista lo podría haber escrito él
La realidad ha conseguido superar a esta ingeniosa ficción y Fernando Suárez, rector de la Rey Juan Carlos, pretende demostrar que su saber es tan enciclopédico que cualquier texto de otro especialista de su rama lo podría haber escrito también él, y de hecho lo hace produciendo del tirón hasta 43 páginas idénticas a las de otro investigador. Qué amarga le debe resultar la mediocridad de quienes lo envidian por no ser capaces de esta proeza. Qué modestia rehusando exhibir su talento ante la Asamblea de Madrid, donde se decide la mayor parte de los fondos públicos que sostienen su Universidad. Qué discreción al no contradecir a quienes se lavan las manos pervirtiendo la "autonomía universitaria", ocultando que es imposible sancionar a un rector copión porque a él mismo competería aplicar el correspondiente código disciplinario.
Así que a ver si nos logra convencer el Magnífico de que su obra no es plagio sino erudición menardiana y que no hay oportunismo en el cerrado apoyo de sus acólitos pese al descrédito que sufre su institución. Lo que es seguro es que se abonó el terreno para que se dieran actitudes tan deshonestas cuando hasta un presidente del gobierno no quiso asumir que la ejemplaridad que exige su cargo es incompatible con mandar mensajes de apoyo a presuntos delincuentes.
Rajoy y Suárez revelan que la democracia es frágil porque sus clientelismos muestran actitudes vergonzantes
Rajoy, Suárez y sus émulos seguirán aferrándose a sus puestos porque saben que los respaldarán quienes ellos mismos han cooptado y que, con suerte, unos electores resignados pueden volver a hacerles ganar unas elecciones. Pero que no se engañen, esas victorias no les dan la razón: solo demuestran que nuestra democracia es frágil porque a golpe de clientelismo han conseguido encajar sus comportamientos vergonzantes. Frente a estos abusos, los españoles cada vez nos movilizamos más y la causa merece la pena, así que aguantemos, seamos fuertes.
Post Scriptum: antes de enviar este texto, se me ocurre que ya que de plagio hablamos, qué menos que preguntar a Google por Pierre Menard Fernando Suárez… ¡y descubro este buen artículo de hace unos días inspirado por la misma idea y casi idéntico título! Justo cuando menos me lo esperaba, casi me sale un menard. Sirva de homenaje a Borges o de coartada a Suárez.
*** Víctor Gómez Frías es profesor y consejero de EL ESPAÑOL.