En los últimos años hemos sido espectadores de la escalada de precios de los medicamentos que curan. Se les suele conocer como innovadores aunque para algunas enfermedades no sea mucha la innovación, para otras ha marcado la diferencia entre vivir o morir.
Un ejemplo muy cercano en el tiempo, aunque no es único, lo tuvimos con la entrada en el mercado de los nuevos antivirales de acción directa para la hepatitis C. En 2014, se produjo una fractura entre el interés general representado por el sistema sanitario y los pacientes y el interés particular de una industria. Lo urgente era responder a la necesidad, pero el problema no acabó ahí. Ejemplificó e ilustró con un caso concreto la locura del sistema de fijación de precios.
Hasta entonces, el problema del acceso a los medicamentos parecía circunscrito a los países más empobrecidos y poblaciones más vulnerables. Casos como el de la hepatitis C, los antirretrovirales para el VIH o los oncológicos (para tratar el cáncer) llegaron a los países más desarrollados y por fin se le vio la cara al asunto: tenemos entre manos un problema global.
El gasto sanitario constituye un pilar fundamental en las políticas que garantizan el Estado de bienestar
Las empresas justifican los altos precios alegando su inversión en investigación y desarrollo. Una inversión que no es transparente, que no muestra el desglose de los gastos y en la que en algún momento ha participado un dinero público, que no ha tenido retorno alguno. Al secretismo de los precios, se suma la permanencia de un modelo de incentivo a la investigación basado en las patentes, la confidencialidad de los datos y de los resultados. Todo ello ha derivado en un sistema plagado de disfuncionalidades que tienen como principal consecuencia la aplicación de precios excesivos y la falta de acceso a medicamentos nuevos que salvan vidas.
El gasto sanitario constituye un pilar fundamental en las políticas destinadas a garantizar el Estado de bienestar y la equidad social. En concreto, la proporción destinada a gasto farmacéutico -hospitalario y de receta- es la más alta. Basta con acudir a los presupuestos de los últimos años para observar una reducción importante del gasto sanitario global, incrementando el gasto farmacéutico, especialmente el hospitalario.
Con el tiempo, parece que nos han convencido de que el modelo de promoción de la investigación médica y el sistema de fijación de precios es inamovible, y que las únicas soluciones son limitar el consumo y racionar. Las campañas No es Sano y El Precio de la Vida compartimos como objetivo transformar el sistema de fijación de precios de los medicamentos, principalmente de estos: de los medicamentos que curan. Ambas campañas y las organizaciones que las impulsan abogamos por alterar el orden actual del sistema, anteponiendo el bien público y el derecho humano universal a la salud. ¿Cómo? Con un modelo donde el Estado asuma su responsabilidad de proteger el interés de la población frente al interés de la industria por proteger sus beneficios comerciales; con la introducción de una mayor transparencia en torno al gasto en investigación médica; y la construcción de un modelo alternativo a las patentes para incentivar y financiar la investigación y desarrollo de tratamientos verdaderamente innovadores.
El Ministerio de Salud puede darle la vuelta a un modelo que si no actuamos puede dejar a mucha gente atrás
Para ello, el mercado de las tecnologías sanitarias y los Estados deben asumir que no se trata de bienes de consumo corrientes y que actúan directamente sobre el estado de salud de la población. Pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte de muchas personas.
Estos elementos de debate y la propuesta de buscar un modelo alternativo al actual es el contenido de la propuesta que No es sano y El Precio de la Vida queremos trasladar al Gobierno español, a través de su Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Para ello, hemos lanzado esta petición, a la que invitamos a sumarse a la ciudadanía, para enviar este mensaje a la actual titular del Ministerio y recordarle que en sus manos está la posibilidad de darle la vuelta a un modelo que si no actuamos puede acabar dejando a mucha gente atrás.
*** Irene Bernal es coordinadora de políticas de 'No es Sano' y José Félix Hoyo es presidente de Médicos del Mundo.