Sí. Si creemos en la leyenda, lo siguiente sucedió hace unos 1.950 años. Simón Pedro salía escopetado por la Vía Appia, temeroso de que el emperador de la lira le diera caza y lo crucificara como a un cristiano más. Fue entonces cuando se dio de bruces con Cristo. No sabiendo qué decirle, le preguntó: “Domine, ¿quo vadis?” “Me dirijo a Roma, a que me crucifiquen de nuevo”, contestó el resucitado.
La escena la pintó Annibale Carracci y está colgada en una de las paredes de la National Gallery de Londres. Pedro, avergonzado, volvió por donde venía para encontrarse así con el martirio y la muerte segura. Dos mil años después, sin saber aún quién es el domine socialista, Pedro Sánchez, si gana el próximo 21 de mayo, se dirigirá a su martirologio. Y, lo que es más importante para el futuro de España, arrastrará seguramente al PSOE a la muerte definitiva.
Porque, así como el apóstol negó por tres veces a su Señor, Sánchez, en caso de que recupere la secretaría general y sea de nuevo candidato a la Moncloa, perderá las elecciones por tercera vez, con un resultado más paupérrimo aún que los anteriores: en 2015 consiguió 90 diputados, y 85 en 2016.
En realidad, la dramática situación del PSOE es un problema de Física y Química, dificilísimo de resolver. De Física porque, como sucede en esta disciplina, el choque frontal elástico entre dos partículas similares (Susana Díaz y Pedro Sánchez) con una tercera menor (Patxi López) lleva inexorablemente a daños que pueden ser críticos y conducir al objeto, en este caso el PSOE, a un estado inutilizable. Por esta razón, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, sin ser Newton ni Einstein, pero sí un político ganador de elecciones, ha pedido esta semana que los tres candidatos se retiren de la competición fratricida para evitar el desastre tras la colisión.
Es un problema de Física, de fuerzas que están dañando más aún un cuerpo debilitado como es el PSOE, pero también de química amatoria. Decía Stendhal que el amor es menos que ciego, es visionario; no sólo no ve lo real, sino que suplanta la realidad. La realidad de los avales obtenidos por Susana Díaz y por Pedro Sánchez es devastadora en términos electorales.
Si el 21 de mayo vence Pedro Sánchez, será el secretario general de seis presidentes de autonomías que no le han apoyado, de 36 secretarios provinciales socialistas que están contra él
Veamos. Pedro Sánchez ha ganado donde el PSOE pierde por goleada las elecciones, como Cataluña o Castilla y León. Por el contrario, Susana Díaz ha triunfado en comunidades como Andalucía, granero del PSOE, Castilla-La Mancha o Extremadura. Allí donde el Partido Socialista gobierna. ¿Cómo habría que interpretar una victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE del 21 mayo? Sólo de un modo: que la militancia opta y sigue la corriente de quienes pierden elecciones y rechaza a quienes las ganan. Lo cual alteraría la ley física elemental de los partidos políticos, cuya existencia se basa en ganar elecciones y, a través de la victoria, gobernar y desarrollar sus políticas económicas y sociales.
El PSOE, fundado el 2 de mayo de 1879 por un grupo de intelectuales y obreros (¿dónde están los intelectuales y los obreros en la órbita política de Pedro Sánchez o de Susana Díaz?), está de puntillas sobre el precipicio. Es un remedo de la película Thelma y Louise, interpretada en los dos papeles femeninos por Susana Díaz y con un Pedro Sánchez en el papel de J.D., el chulo protagonizado por Brad Pitt, capaz de hacer cualquier cosa para sacar tajada.
Si el 21 de mayo vence Pedro Sánchez, será el secretario general de seis presidentes de autonomías que no le han apoyado, de 36 secretarios provinciales socialistas que están contra él o de un grupo parlamentario en el Congreso que no cree en él. Tendría, pues, más apoyos institucionales en Podemos que en su propio partido, de ahí que el candidato de Pablo Iglesias sea Pedro Sánchez. Así como el de Sánchez (volvamos a ver su entrevista con Évole) es Iglesias.
Urge, pues, cambiar la letra de la Internacional, cantada aún en los mítines del PSOE: “Destrocémonos-todos-en-la-lucha-final-el-género-humano...”.
En el ensayo Estudios sobre el amor recuerda Ortega y Gasset la historia de la monja portuguesa Mariana Alcoforado, autora de las más bellas cartas de amor jamás escritas. La religiosa se lamenta y recrea por la actitud de su infiel seductor. “Os agradezco desde el fondo de mi corazón la desesperación que me causáis; detesto la tranquilidad en que vivía antes de conoceros”, escribe en una de sus misivas amatorias. Fue Susana Díaz quien eligió a Pedro Sánchez secretario general del PSOE en 2014.
Tres años después, ante la escasa diferencia de avales entre Díaz y Sánchez, existe la certidumbre interna de que el ex secretario general puede ganar, por más que las leyes de la física y de la química anticipen una fractura irrestañable en el partido y un rechazo mayor aún de quienes votan al PSOE, más allá de los militantes.
En cualquier caso, volviendo a Ortega y Gasset, Pedro Sánchez no debería olvidar una de las Meditaciones del Quijote: “De querer ser a creer que se es ya, va la distancia de lo trágico a lo cómico”.
¿EL PSOE SE PARECE A ESPAÑA?
Sí. No hay partido que se parezca más a la realidad de España que el PSOE: entre la división y el egoísmo. Curiosamente, el Gobierno de la nación atiza este fuego y se apunta al sálvese quien pueda. ¿Se imaginan qué sucedería en una familia numerosa, con recursos limitados, cuyo padre intentara asegurarse su continuidad favoreciendo a uno o a dos hijos, los más fuertes o decisivos, en detrimento de los 15 restantes?
Es lo que está sucediendo en la negociación de los Presupuestos Generales del Estado de 2017. El País Vasco recibirá 1.500 millones de euros más, porque los cinco diputados del PNV son decisivos. Cada uno de los 286.215 votos obtenidos por los peneuvistas en las últimas elecciones sale a 5.240 euros. Una millonada. El diputado de Nueva Canaria (cuyo apoyo electoral se desconoce, al ir integrado en las listas del PSOE) ha pedido 500 millones para aprobar los presupuestos. Si este es el silogismo de la política de Estado tendremos que crear un partido nacionalista en Castilla-La Mancha, otro en Extremadura...
¿EL EJEMPLO DE LA CASA REAL BRITÁNICA?
No. No parece servirnos. El jueves el mundo se sobrecogió durante unas horas por un anuncio inminente de Buckhingham Palace. Resultó ser la jubilación de un señor de 95 años, Felipe de Edimburgo, el consorte de la reina Isabel II. ¡Como en España! En tres semanas se cumplirán tres años desde la abdicación de Juan Carlos I. Fue el 2 de junio de 2014. En un pis-pas cambiamos de rey, el 19 de junio. Si el adiós a Juan Carlos I fue discreto, los honores de despedida de la reina fueron inexistentes. Y eso que Sofía, prima de Felipe de Edimburgo, mantuvo la corona enhiesta durante las numerosas veleidades y desprecios de su marido, el campechano casquivano.